Nací en el Mediterráneo

Pues bien, en la crisis del 'Open Arms' nos hemos visto repartidos en dos bloques que muestran a las claras los niveles de una crisis humanitaria sin ambages. Al hablar de crisis humanitaria ya he tomado partido, pero de esto no quiero que quede la mínima duda. Es una crisis humanitaria para los refugiados y migrantes pobres y es una crisis de humanidad para quienes vivimos en lugares donde hay que plantearse si podemos y debemos acoger, proteger y acompañar. Que podemos es una obviedad, pues si la razón de no poder es que también nosotros tenemos necesidades, está claro que nadie puede nada; siempre hay otra necesidad que atender por muchos que sean los medios de una persona o un país. No sé quién y cómo pondrá la línea que diga, hasta aquí sí podemos y desde aquí no. Si opinamos todos, como debe ser y votamos, no hay otro camino que incorporando las respuestas a los programas políticos de los partidos y sabiendo por ello qué hará cada uno. En líneas generales, por supuesto. Pero no solo he hablado de si podemos, ¡y podemos mucho!, sino si debemos y debemos mucho.

Debemos como personas con una responsabilidad de justicia social hacia África, donde cada país europeo se ha llevado lo que ha podido, o se lleva todavía; y debemos como personas capaces de solidaridad para preservarnos como seres humanos que pedimos con razón ser tratados con dignidad; porque si no lo hacemos con quienes nos rodean en necesidad, mal lo podemos esperar y exigir entre nosotros. No ya de ellos, sino entre nosotros. Por muchos que sean los filtros y cuidados para evitar los abusos de las mafias sobre las gentes que buscan una vida digna para su familia, o salvarse de la violencia y la guerra, al final hablamos de personas y familias en estado de necesidad y tan dignos en derechos humanos como nosotros. Si la medida de los derechos fundamentales y la justicia se funda en dónde hemos nacido y qué nos sobra, es cuestión de esperar a que dé la vuelta la tortilla y nos paguen con la misma moneda en otro país, o en el propio, aquellos que son más fuertes que nosotros. Defiendo que sabemos, podemos y debemos ser humanos, y que sobre esto tenemos que hablar para hacer un plan europeo de colaboración y devolución a África de su futuro respetado y propio. Ese es el fondo del problema, lo sé, pero doy por supuesto que las soluciones particulares que requieren casos como el del 'Open Arms' no deberían ser objeto del desconcierto en que nos vemos sumidos.

Europa sabe, puede y debe hacerlo, y Matteo Salvini el bárbaro, es un bárbaro que tiene un punto de razón en que es Europa entera la que tiene que acoger y responsabilizarse. No vale aprovecharse de la distancia de cada Estado de la Unión hasta la frontera de la muerte. Las leyes internacionales están para cumplirse, pero si caben interpretaciones más justas, para compartir más y todos un esfuerzo, ¿por qué evitarlo?

Como fuera que esta es la posición que comparto y defiendo, hemos de considerar sin desprecio pero con firmeza su contraria, la que se sustancia en «llévese usted unos refugiados a casa», porque aquí tenemos muchas necesidades y no disponemos de medios para nuevos pobres. Esta visión de la vida sí que merece una crítica rotunda. Yo la juzgo como una posición disculpa; es decir, ya que no puedo soportar la mala conciencia de por qué hay tantos refugiados y emigrantes pobres desde África a Europa, me invento mil argumentos que tienen un punto de verdad, pero que son cada uno y todos juntos, insuficientes. Pues ¿cómo, si no, dormir en paz y exigir justicia y solidaridad para nosotros y los nuestros? Y así se desarrolla toda la teoría de las mafias, que es cierta y están ahí, pero que son un resultado más que una causa; y aparece la teoría de que no podemos hacer este esfuerzo social ¡con las necesidades que tenemos en casa!, y es cierto, pero la causa de nuestro déficit en protección social y pensiones no son los náufragos del Mediterráneo.

Y está la teoría del efecto llamada que tienen estos casos, y es cierto en algún punto, pero el efecto llamada es que participamos en la exportación de guerras cerca de ellos, o más sencillamente, que la gente tiene que vivir y sabe que aquí se vive, con muchas limitaciones, pero se vive, y allí no se vive ni te dejan vivir. Y así podemos considerar cada teoría del «mételos en tu casa», que sobre todo se debe al miedo y egoísmo de «no toques mi modo de vida». Pero África está muy cerca y hay una deuda de largo alcance con ella, y África tiene un futuro que pronto será el primer y más cercano mercado de Europa (si China y Rusia dejan un hueco). Hasta por egoísmo mercantil hay que asomarse al mar Mediterráneo de otro modo. ¿Dónde están los líderes políticos justos y perspicaces? No tienen tiempo. Preparan más y más elecciones y leen encuestas.