lucha en la cumbre
Las jaulas compartidas exigen que se lleven muy bien los prisioneros, ya que todos aspiran a huir, pero el enfrentamiento entre Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal viene de tan lejos que nadie cree que se pueda solucionar en un momento y ha estallado en el peor, quizá por culpa de Rajoy. La cosa viene de antiguo, pero las dos juegan a ser las leonas de Castilla, aunque jueguen en cualquier terreno, ya que ninguno les pertenece. Visto desde lejos, el combate puede parecer entretenido, pero gane quien gane vamos a perder todos. En los múltiples casos de corrupción del PP fue siempre Cospedal la que dio la bella cara, con el consentimiento del presidente, que cuando no sabe a qué atenerse se atiene a las circunstancias.
Las dos están siendo zarandeadas por sus partidarios, que tampoco tienen claro a qué partido quedarse. La pelea viene de antiguo y el árbitro aún no ha decidido quién merece la victoria porque las dos merecen la derrota y el que mejor está aprovechando la duda es Carles Puigdemont. El huido de la justicia española se ha internacionalizado. Unas veces desde Bruselas y otras desde Berlín, este ubicuo y coriáceo paladín de derrotas busca nuevamente su investidura imposible porque lo suyo es llevarle el pulso al Gobierno, que tiene una taquicardia de muy difícil curación. Se dice que quien la sigue la mata, pero el seguimiento nos está matando a todos de aburrimiento y la gente de la calle habla más de Messi y de Cristiano Ronaldo que de Pujol y de Puigdemont.
En España siempre estamos en vísperas de algo, pero no sabemos cómo será la fiesta. La laboriosa derrota de ETA ha venido a darle alas a los separatistas, que no cejan en su tortuoso empeño y ahora han cogido a Navarra como escenario. Calladas las armas, siguen hablando los maestros armeros.