¿Paz en Libia?
Historiador, especialista en el Islam contemporáneo
Martes, 21 de enero 2020, 00:16
Muchas son las treguas, pero pocas las paces. La mayoría de las treguas no son más que simples intermedios para reponer fuerzas y emitir la ... propaganda de cada bando. Pese a lo que muchos insisten en creer y repetir, a los libios les fue relativamente bien tras la caída de Gadafi. Se convocaron elecciones, se redactó una Constitución y se eligió un Gobierno. Sin embargo, al cabo de tres años la situación económica y administrativa seguía siendo catastrófica. Ni siquiera se habían creado unas fuerzas de seguridad que reemplazasen a las diversas milicias que controlaban las calles. El Gobierno, ante encuestas desfavorables, intentó retrasar las elecciones, pero no lo consiguió. En junio de 2014 los grupos de oposición ganaron holgadamente las elecciones, pero las facciones que estaban en el poder se negaron a reconocer su derrota. Cada una de las múltiples milicias escogió un bando y estalló la lucha.
Los vencedores de las elecciones tuvieron que abandonar la capital y se reagruparon en Tobruk y luego en Bengasi bajo el nombre de Cámara de Representantes o HoR (por sus siglas en inglés). Cuentan con el apoyo de Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Francia, Jordania y Rusia. Su jefe militar y verdadero hombre fuerte es el coronel -autoproclamado mariscal- Jalifa Haftar, antiguo secuaz de Gadafi, expulsado y deshonrado por sus humillantes derrotas durante la invasión libia de Chad. Poco a poco ha ido copando protagonismo a costa de sus teóricos jefes.
Sus adversarios controlan Trípoli y se les conoce como Gobierno de Acuerdo Nacional o GNA. Aunque se repite con frecuencia que son el Gobierno legítimo de Libia, reconocido por la ONU, no son más que una cuadrilla de facciosos que intentaron perpetuarse en el poder tras su derrota electoral en junio de 2014. Cuentan con apoyos de Catar, Italia y ahora de Turquía. También se les llama islamistas, pero no lo son más que sus adversarios, porque en ambos casos se trata de coaliciones heterogéneas.
La incompetencia militar de Haftar, ya demostrada en anteriores conflictos, unida a la pésima calidad combativa de las heterogéneas milicias que le apoyan, le ha impedido zanjar el conflicto a su favor con su gran ofensiva del pasado diciembre. Ahora, la anunciada intervención turca a favor del GNA amenaza con eternizar el asunto. La multiplicación de injerencias externas ha terminado alarmando a todo el mundo, sobre todo cuando Rusia y Turquía, teóricamente amigos ahora, apoyan a bandos diferentes.
La conferencia de paz de Berlín es impresionante. Se han reunido Putin, Erdogan, Boris Johnson, Macron, Merkel, Mike Pompeo, Giuseppe Conte y representantes de la ONU y de la UE. Sin embargo, cualquier acuerdo de paz implica arruinar las esperanzas de Haftar de convertirse en el dictador de Libia. Por eso dejó plantado a su aliado Putin hace unos días y por eso presiona a todo el mundo, cerrando por la fuerza los puertos de los que zarpa el petróleo libio.
El verdadero problema es que cualquier acuerdo 'de paz', con Haftar o sin él, podría acabar derivando en un mero contubernio para el reparto del Gobierno como simple botín entre el GNA y el HoR a costa de la población. ¿Pero cuánto tiempo tardarían en reñir de nuevo entre ellos por el reparto de la tarta? ¿Y cuánto tiempo tardaría la población en echarse a la calle o apuntarse a un clavo ardiendo como, por ejemplo, los islamistas?
El factor decisivo para garantizar la paz a medio plazo, tras crear un Ejecutivo unificado, va a ser el desarme de las numerosas milicias y la creación de una policía y un ejército oficiales, y como eso lesiona los intereses egoístas de múltiples caudillos y facciones no se va a poder realizar sin tropas internacionales sobre el terreno. ¿Y quiénes aportarían esas tropas, sabiendo que van a encontrar resistencia y habrá bajas? ¿Rusia? ¿La UE? ¿Estados Unidos?
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