Petrificación
El afán de poder impide a Sánchez asumir sus responsabilidades políticas y bloquea la democracia
Juan Francisco Ferré
Martes, 24 de junio 2025, 00:21
No somos de piedra. Cuando el presidente habló para comunicarnos su dolor y tristeza por la traición de sus compañeros de partido, nosotros nos conmovimos ... y él, de pronto, se quedó petrificado. Tratando de ablandarnos a toda costa, apelando con todos los recursos a su alcance a nuestra compasión y comprensión, Pedro se volvió de piedra repentina. No era la efigie de Dorian Sánchez, la imagen oculta de Pedro Gray que cargaba con todos sus errores y vicios hasta deformar su estampa y dotarla de una apariencia monstruosa, mientras el presidente permanecía impecable ante los ojos ubicuos del público. No, por una vez no era ese extraño caso bipolar.
El pope visible del sanchismo militante se convirtió en piedra compacta de cuerpo entero, de los pies insensibles a la cabeza tallada. Una estatua de estupor que nadie había esculpido con tanto mimo en toda la historia. Una piedra, por cierto, que los expertos aún no aciertan a clasificar entre la materia del planeta. No es un mineral cualquiera, no es metálico ni tampoco calcáreo, según dicen los geólogos más reputados, aunque posee atributos graníticos indudables. La incertidumbre es tal que algunos científicos no descartan el posible origen extraterrestre del pedrusco en cuestión. Una roca marciana o lunar de cualidades raras. Disposición atómica y tenacidad que la hacen invulnerable a los ataques y agresiones del medio, al tiempo que le permiten reblandecerse y volverse maleable ante las adversidades para no delatar su extrañeza total.
El mal pétreo, entretanto, se extiende por el partido, cuerpo a cuerpo, como una enfermedad venérea, incluso entre las voces regionales más rebeldes y protestonas. La amenaza es grave y la estupefacción monumental. Los medios afines han adoptado el conveniente papel de convidados de piedra y, durante la última semana, se lanzan sin piedad a lapidar como fariseos a la banda de Sánchez con un rencor proporcional a la decepción causada. Con tal grado de putrefacción en el ambiente, hasta el país víctima de los desmanes se ve amenazado de petrificación. Como la mujer de Lot, por mirar al pasado más de la cuenta, o como la de Sánchez, por mirar tanto al bolsillo. Maldición de maldiciones, todo es maldición en este mundo ingrato, se dirán algunos votantes ingenuos. Y es que, al final, los mandamientos bíblicos, escritos en piedra dura, hebrea, y el código penal, edificado piedra sobre piedra, tienen la culpa de todo. Llamarlos gánsteres es insuficiente. No hay palabras. Qué vergüenza.
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