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En la cumbre del clima que acaba de cerrarse en Polonia ha ganado la irresponsabilidad, como si en vez de una conferencia de gente que sabe lo que hace se hubiera jugado un partido arbitrado por la insensatez. Irresponsable es un adjetivo que tiene tres acepciones según el diccionario de la Real Academia de la Lengua: 1. Dicho de una persona: A quien no se puede exigir responsabilidad. 2. Dicho de una persona: Que adopta decisiones importantes sin la debida meditación. 3. Dicho de un acto: Resultante de una falta de previsión o meditación. Los resultados de la última cumbre del clima son irresponsables porque ante el mayor problema que tiene la humanidad muchos gobiernos y fuerzas económicas se dedican a ganar tiempo para sus intereses, pero es un tiempo que no tenemos. Las cosas están mal, porque en el Gobierno del país más poderoso del planeta hay un irresponsable como cabeza tuitera. Las cosas están mal porque los políticos que quieren alcanzar el poder se dedican a jugar con banderas en lugar de explicar qué van a hacer para poner en práctica la transición energética y luchar contra los efectos del cambio climático. Las cosas están mal porque muchos políticos que han ejercido el poder han estado impidiendo la transición energética y cuando han salido por la puerta del ministerio han entrado por otra puerta que les conducía a una empresa petrolera o de automoción y así no hay manera de que el poder político sea independiente del económico y tome decisiones responsables.

En fin, ya sabemos que el poder político no puede ser por completo independiente del poder económico, no hay manera, así que más vale votar a aquellos que estén en sintonía con la parte del capitalismo que no nos lleva al desastre inminente: las empresas y los capitales que apuestan por las energías renovables, el desarrollo sostenible, la inversión tecnológica y científica, la monitorización del clima y los ecosistemas para no tirarnos martillos en los pies y, peor aún, en la cabeza, con nuestra actividad económica y nuestras decisiones irresponsables. La transición energética debe ser en realidad una transición económica global con un cambio de patrones en todos los campos y escalas. Es demasiado difícil y hay demasiadas resistencias. Nos adaptaremos cuando no haya más remedio, pero el precio que pagaremos por no haberlo hecho antes será altísimo. Los científicos no se cansan de gritar que aún estamos a tiempo de evitar lo peor, pero la cara de ciertos políticos que aspiran a tomar decisiones mientras cuentan alguna mentirijilla que les ayude a alcanzar el poder no tranquiliza mucho. Tener a Trump en la Casa Blanca tampoco. Y Putin, el hombre los ojos de hielo, piensa en el poder, en conservarlo y acariciarlo como a un tigre blanco mientras se derrite el permafrost.

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