Intimidad con Qatar

La Fiscalía belga confirma también el registro del domicilio de un eurodiputado que no ha tardado en ser identificado: Marc Tarabella, belga. Seguimos librando. Este Tarabella ejercía como vicepresidente de la delegación para las relaciones con la Península Árabe. No debieron de explicarle en qué consistían las relaciones. Y se relacionó al máximo. Como al resto de los sospechosos, se le investiga por recibir de Qatar grandes cantidades de dinero por su posición estratégica en el Parlamento europeo. Ya circulan intervenciones de Tarabella en la Cámara en las que define a Qatar como un país comprometido con las reformas. Las críticas al país, asegura Tarabella, frenan los derechos humanos. Y el Mundial es el factor que va a acelerar la apertura, no solo en Qatar, sino en toda la zona.

Les sonará la canción. Se la hemos oido a Rubiales, a Infantino… A cambio, el argumento que ha salido estos días de Qatar cuando en el Mundial se ha visto una bandera arcoíris o una Miss Croacia bajando por la grada, es que no se puede ir allí y no respetar sus costumbres. Los últimos sucesos bruselenses matizan esta cuestión de un modo interesante. En mi opinión, cualquier ciudadano europeo que permanezca en Qatar y sea reconvenido debe exigir la presencia de algún baranda de los de túnica y kufiya y dejárselo claro: «Lo que no puede ser es que tú sobornes a mis dirigentes para que yo venga y, cuando ya estoy aquí, me digas lo que debo hacer sin tener la delicadeza de sobornarme a mí también, antes de nada».

Pedro Sánchez visitó ayer Cataluña. Y, tras la reforma exprés del delito de malversación, el presidente lo reconoció: su Gobierno ha arriesgado. Pero no porque jugar fuerte y arrinconar rivales sea su principal habilidad política y porque el apoyo de Esquerra en el Parlamento sea imprescindible ahora y en las próximas elecciones. Se ha arriesgado por la concordia y la fraternidad. «No quiero que volváis a vivir los dias tan aciagos y tan tristes de 2017», le dijo Sánchez a la gente del PSC. Como es natural, nadie le preguntó por qué fueron tan tristes aquellos días. En realidad, da un poco igual. Conocemos la respuesta y es inaprensible: una mezcla de abstracciones sentimentales y culpas al gobierno del PP. Nada tuvo que ver con la tristeza Oriol Junqueras, beatífico croupier del enfrentamiento al que no cuesta imaginar recogiendo las cartas y amontonando las fichas, antes de volver a barajar.

Tras la eliminación de Portugal, Georgina Rodríguez amenazó: «No hemos perdido, hemos aprendido». Pues solo le queda el divorcio a CR7. Porque su filosofía es justo la contraria: ganar siempre y no aprender nunca. Con cierta razón. Si el fútbol consistiese en aprender, los campeones no llevarían estrellas en el pecho sino algún símbolo sapiencial: bombillas, caritas de Einstein... Holanda, tres finales mundialistas y cero títulos: tres caritas de Einstein. O mejor, de Spinoza. Y los rivales temblando al detectar sobre el escudo la sabiduría.