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Imagen que ilustra el pesimismo.
Gestionar el pesimismo

Gestionar el pesimismo

Pese a la desaceleración, lejos de recrearse en la negatividad, conviene optar por la cautela y una estrategia activa para navegar en la incertidumbre

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Lunes, 24 de diciembre 2018, 02:14

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Nos acecha día a día un sentimiento de creciente pesimismo económico que puede acelerar los problemas de una coyuntura por la que transitamos gradualmente a la baja. Ya se ha dicho hasta la saciedad que las economías centrales, entre ellas España, se encuentran en desaceleración. Pero ello no obsta para que sigan registrando valores macroeconómicos alejados de la crisis, relativamente sanos y robustos: baja inflación, crecimientos de PIB positivos y empleo en recuperación, e incluso -en países como Alemania o Estados Unidos- en máximos históricos.

Si el pesimismo económico llegase a ser apreciable y sostenido provocaría lo que en la jerga económica se define como una 'profecía autocumplida'. El sociólogo Robert Merton, a quien se atribuye la expresión, la definió hace ya tiempo, en 1948, de la siguiente manera: «Una profecía autocumplida es una predicción que se convierte en realidad, debido a la influencia positiva entre la creencia y el comportamiento. La profecía autocumplida es, al principio, una definición falsa de la situación que evoca un nuevo comportamiento, que hace realidad la falsa concepción original. Esta validez de la profecía autocumplida perpetúa un reinado de error». El filósofo Karl Popper en su obra 'La miseria del historicismo' la denomina 'efecto Edipo', «porque el Oráculo jugaba un papel determinante en la secuencia de eventos que llevaban a la realización de la profecía. Durante un tiempo pensé que el efecto Edipo era exclusivo de las ciencias sociales. Pero hasta en la biología, las expectativas a menudo juegan un papel de atraer al presente lo que solo es una expectativa».

Es cierto que el pesimismo debe su recrudecimiento, en buena medida, a hechos objetivos. Los mercados financieros han mostrado en 2018 una volatilidad notable y en particular las bolsas de valores pueden haber culminado la fase alcista del ciclo, en particular las bolsas americanas. El S&P está registrando el peor diciembre desde la gran crisis de 1931. La incertidumbre se cierne sobre todas ellas. Salvo un rally de fin de año, absolutamente improbable, todos los parqués del planeta cerrarán el presente ejercicio en negativo, con porcentajes significativos en Shanghái y Atenas (-25%), Turquía (-22%), Fráncfort (-18%) y un número importante en torno al -15%, entre ellos Madrid.

Sin embargo, correcciones del 20%, no abruptas, indicadoras de cambio de ciclo, son siempre dolorosas, pero no deberían teñir de pesimismo inmovilista el panorama de la economía real. Estas correcciones tienen en cuenta que la economía productiva se desacelera y que los beneficios empresariales recortan su tasa de crecimiento, un 4,4% para la Eurozona frente al 10% estimado a principios de año. En Estados Unidos, una desaceleración desde el 21% de incremento de las ganancias en 2108 a un solo dígito en 2019.

Las políticas de reducción de liquidez de la FED y del BCE al proceder a la venta de sus balances de Bonos también inquietan al mercado. En general los modelos de las grandes casas de análisis sugieren un riesgo creciente de recesión en el tiempo, pero su limitado porcentaje no debe arrastrarnos a una inquietud temerosa. Los grandes problemas están ahí y oscilan en su intensidad de una semana a otra: el retorno notable a proteccionismos y nacionalismos, el pulso sinoamericano, el 'Brexit', Italia, los 'chalecos amarillos', el adiós de Draghi, las crecientes posiciones de gobiernos antieuropeístas, el precio del crudo y de las grandes monedas-vehículo, a los que se agregan los problemas peculiares de cada zona y de cada país. En nuestro caso, entre muchos otros, la menor demanda de bienes y servicios con origen en la Eurozona y la inestabilidad política que produce el insoportable fiasco de Cataluña.

Pero aun así y todo, a pesar de las nubes que se divisan en el horizonte, admitiendo que a medio plazo se avecina el cambio de ciclo productivo, las variables fundamentales en las economías centrales y emergentes se sostienen y gozan de una aceptable estabilidad. Demos las cifras por conocidas.

La conclusión es que no debe cederse a un pesimismo que anticipe siniestros que no responden a la realidad de hoy. El pesimismo irracional debe ceder la iniciativa a su hermana más aventajada que es la cautela, una estrategia activa y vigilante que tiene en cuenta la dificultad de navegar en escenarios inciertos, pero sin rendirse.

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