Ya vamos saliendo, por fin, de esta primera onda del Covid-19. Ya está en marcha la desescalada con sus distintas fases, con las consabidas ... tensiones entre regiones y países. Las próximas semanas, seguramente, se producirá algún rebrote que obligará a frenar la desescalada en alguna comarca o territorio sin que esto ponga en peligro la vuelta a la nueva normalidad. La situación económica obliga a asumir riesgos y a seguir el mismo ritmo que los otros países mediterráneos y europeos. Avanzamos hacia el verano, el calor, y estos virus de transmisión aérea, como el coronavirus o el de la influenza, se expanden con más dificultad o, simplemente, dejan de circular por lo que es previsible que el número de contagiados, ingresados y muertos irá disminuyendo progresivamente.
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Hace cuatro meses, el 23 de enero, China declaraba la primera cuarentena y un confinamiento que nunca, en la historia de las enfermedades, había llegado a los límites que hemos visto. La estrategia que marcaron los chinos fue seguida por casi todos los países del mundo, y les permitió salir los primeros del agujero y reanudar su actividad económica. En cambio, Europa, con la tercera parte de la población de China, y con escasa coordinación entre sus países, está saliendo mucho más lentamente.
El agente responsable de la actual pandemia, el SARS-CoV-2, es gemelo del SARS-CoV que provocó una pequeña pandemia en 2002-2003, afectando a 29 países, provocando 8.096 casos y 774 muertos. La otra pandemia de nuestro siglo XXI que podíamos tomar como modelo para predecir lo que va a ocurrir a partir de ahora es la gripe A(H1N1) que afectó, entre 2009-2010, a 214 países, y provocó, oficialmente, 1.632.000 casos y 284.500 muertos.
En el siglo pasado, la comparación la tenemos que hacer con las pandemias de gripe que, todas ellas, tuvieron períodos de incidencia largos, de varios años, y se desarrollaron en diferentes ondas: La gripe española de 1918 a 1920; la asiática de 1957 a 1958 y la de Hong Kong de 1968 a 1970. Hay un elemento que se repite y es que la primera onda suele ser la menos virulenta y, en algún caso, con gran diferencia. El caso de la gripe española es el más preocupante: En Bilbao, por cada 100 fallecidos por esta enfermedad y sus complicaciones respiratorias, 5 lo hicieron en la primavera de 1918 (la tasa de exceso de mortalidad fue de 0,6 fallecidos por 1.000 habitantes); entre septiembre y diciembre de 1918 fallecieron el 60%, es decir, doce veces más que en primavera; en los primeros cinco meses de 1919 murió el 20% y en los primeros tres meses de 1920, el restante 15%.
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En este momento, en la segunda mitad de mayo de 2020, nos acercamos a 5 millones de casos en todo el mundo, con 325.000 fallecidos y tasas de exceso de mortalidad significativas en algunos países como España (0,5 fallecidos por 1.000 habitantes). Es buen momento para hacer comparaciones y plantear hipótesis, tomando en consideración las anteriores pandemias. Con muchas limitaciones, porque no conocemos bien este nuevo virus y, además, todos los virus son impredecibles. Con esas consideraciones, quisiera plantear tres hipotéticos escenarios de futuro del Covid-19:
1. El más favorable es que repita las pautas de su virus gemelo: la pandemia de SARS de 2002-2003 desapareció en julio, con la llegada del verano, y no ha reaparecido. Este fenómeno de aparición de un nuevo microorganismo y su brusca desaparición también ocurrió con el zika en Brasil antes de los Juegos Olímpicos. Sólo quedarían, por supuesto, secuelas neurológicas, en niños...
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2. Que el virus no desaparezca de la circulación y empiece a afectarnos periódicamente, como ocurre con la gripe estacional de los inviernos, provocando epidemias, de distinta intensidad, en el hemisferio norte o el sur, siguiendo siempre la estación fría. No sabemos si el coronavirus va a interactuar con el virus influenza y menos si va a circular de un hemisferio a otro. En este hipotético escenario, el desarrollo de una vacuna sería prioritario.
3. El peor escenario sería el que ocurrió con las gripes pandémicas del siglo XX: que se produzcan ondas que se vayan sucediendo este año y los siguientes. En la gripe española, la primera onda de primavera fue muy leve, mató a poca gente, pero los que la padecieron quedaron inmunizados. En Madrid, la mitad de la población enfermó en mayo-junio de 1918, con una tasa de mortalidad de 1,7 por 1.000 habitantes. Cuando en otoño llegó la verdadera pandemia, en Madrid sólo murieron por gripe 3,7 por 1.000 habitantes. En cambio, en Burgos, Palencia o Zamora, que apenas habían sufrido la primera onda, murieron 15 por 1.000 habitantes. La tercera onda afectó más al hemisferio sur y tras la cuarta onda se extinguió. Si el SARS-CoV-2 siguiera estas pautas de la pandemia de gripe española o de la de Hong Kong, estaríamos ante un problema muchísimo más grave de lo que podemos imaginar ahora…
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