Ellos no envejecerán
Un documental aborda la pesadilla de la guerra con un realismo que perturba
juan bas
Domingo, 11 de agosto 2019, 00:14
Así se titula el documental que por encargo del Imperial War Museum de Londres ha realizado Peter Jackson (el director de la trilogía del 'Señor ... de los Anillos'). Acabo de verlo en el Canal Historia y me ha impresionado. El tratamiento visual, sonoro y narrativo que ha dado Jackson a las valiosas imágenes que son testimonio de la irracional masacre masiva que fue la Primera Guerra Mundial consigue que 'Ellos no envejecerán' (consecuente título) no sea un documental más sobre aquel inmenso desafuero plagado por el horror.
El documental comienza con un detallado prólogo sobre esos jóvenes ingleses de los que demasiados no envejecerán, alistándose entusiastas y voluntarios para ir a la guerra. Muchos de ellos declaran mayor edad que la que tienen (19 años era el mínimo, pero se hizo la vista gorda) para conseguirlo. Después del periodo de instrucción los mandan al frente, a las trincheras en Bélgica. Los soldados novatos se cruzan con los del regimiento al que relevan y les preguntan cómo es aquello. Les responden que es una espantosa pesadilla. Entonces el documental cambia formalmente: la pantalla se agranda y se llena de imágenes (bien) coloreadas, digitalizadas y sonorizadas: lo real se dota de un plus de realismo que resulta sobrecogedor.
Impacta oír fragmentos de conversaciones de aquellos pobres fantasmas eternizados en la película, que el perfeccionista Jackson ha conseguido reconstruir con la ayuda de especialistas en lectura de labios. Pero lo más novedoso y perturbador es la nitidez de las caras, con los rasgos marcados y el detalle de las bocas en las que faltan dientes. La impresión es contradictoria y brillante; ese realismo, como nunca lo habíamos percibido en las vetustas imágenes borrosas, tiene a la vez una pátina de irrealidad espectral.
Otro gran acierto del documental es la narración: todo está contado con voz en 'off' en primera persona según las palabras de los combatientes de ese regimiento, cuyos numerosos testimonios tenía clasificados el museo. Lo que más se cuenta es la infernal vida en la línea de trincheras (narrada con la misma fuerza del espanto de los cómics de Jacques Tardi), separada de la del enemigo por el asolado limbo de la tierra de nadie. El frío o el calor, la lluvia, la mala comida, el sueño, el barro, la suciedad, los piojos, las ratas, la falta de intimidad hasta en las letrinas, el gas que avanza a ras de suelo como la niebla, las balas de los francotiradores… Pero lo peor, dicen, es el ruido constante de la artillería y el hedor de los cuerpos en descomposición.
Y llega la ofensiva: el ataque a la posición alemana, la criminal orden de mandar infantería a cuerpo descubierto contra ametralladoras que entre 1914 y 1918 eran ya excelentes máquinas de mortandad industrial. Toman la trinchera. De los 600, vuelven 100.
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