LAS EMOCIONES FRENTE A LA HISTORIA

Urge que se hagan todas las aportaciones a 'Herenegun' y que se ponga en práctica el proyecto. Nunca habrá un relato que guste a todos, siempre habrá interesados en seguir como hasta ahora

Sábado, 24 de noviembre 2018, 01:04

La oposición de varios partidos al programa 'Herenegun' -consistente en seis horas al año de reflexión y debate en el aula sobre la violencia política- demuestra la sumisión del interés común al imperativo ideológico de cada grupo político y cómo en Euskadi siguen prevaleciendo las emociones frente a la historia. Pues, ante la disyuntiva entre poner en marcha un importante programa didáctico -que no gusta del todo a cada familia ideológica- y el peligro de que cada niño asuma en solitario un asunto tan complejo, la oposición prefiere dejar las cosas como están.

Publicidad

El relato histórico es, y siempre será, imperfecto, opinable y corregible. Pero aún más peligroso es que no se entienda lo ocurrido. Interrelación entre el relato y los mecanismos neurológicos de cada individuo que acaba de ser explicada en el apasionante libro 'How history gets things wrong' (The MIT Press 2018), de Alex Rosenberg. En el mismo se reflexiona acerca de la inaudita repetición de un sangriento error: en 1870, 1914, 1940 y 1944 los alemanes atacaron a los franceses y sus aliados por la misma zona de la frontera, tomándolos las cuatro veces por sorpresa. Confirma la célebre frase del ensayista hispano-norteamericano Santayana: «Los que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo». Por eso la historiografía resulta tan importante; no puede haber omisiones relevantes, las explicaciones deben ser académicamente ortodoxas, debe evitar la descalificación de los idearios políticos... En resumen, que para escribir historia hay que multiplicar las precauciones. Y como no todos los ciudadanos estudian la historiografía ortodoxa, el Gobierno debe facilitar unos conocimientos imprescindibles para que cada cual saque sus propias conclusiones; especialmente a los escolares, los más manipulables. Yo recuerdo las mentiras y omisiones que me trasladaron sobre la Guerra Civil; algunas me llevaron muchos años detectarlas y corregirlas. Me manipularon; y no quiero que le pase lo mismo a las nuevas generaciones.

No hace falta argumentar lo difícil que resulta encontrar un punto equilibrado al describir a escolares la lucha de ETA contra el Estado. Por eso aceptaron el reto de asesorar los vídeos y las preguntas de debate tres personalidades de indiscutible prestigio académico y ético: el historiador Juan Pablo Fusi Aizpurúa, la lingüista Mari Carmen Garmendia y el periodista Mariano Ferrer. Personas con reputación de ecuánimes, con diversas sensibilidades afectivas y de indudable influencia social. Intelectuales vascos que vivieron en primera persona lo ocurrido, y que -académicamente- están muy por encima de los portavoces partidarios que no les 'aprobaron'.

El origen de los vídeos ha sido también polémico: la serie 'Las huellas perdidas' de EiTB. Esta entidad viene tratando de emitir unos documentales asimilables por el conjunto de la audiencia, y que conjuguen la veracidad y la ortodoxia propias de una cadena pública. De una parte, a sus producciones se les ha criticado errores de lenguaje (como emplear el verbo 'matar' en lugar de 'asesinar' en el caso de atentados planificados) y excesos de contextualización social y precedentes históricos lejanos que pudieran 'justificar' la comisión de atentados; también se les han señalado omisiones de datos y testimonios. Desde el extremo opuesto les han acusado de no recoger suficientemente sus puntos de vista, la situación de los presos y la supuesta intención de denigrar a la izquierda abertzale. La acusación de «peneuvistas» persigue a sus profesionales; una trayectoria que 'les procuró' un bombazo de ETA en 2008. Lo cierto es que la serie ha sido bien recibida cuando ha sido emitida; y que dado que trata múltiples temas y eventos dolorosísimos es materialmente imposible que toda ella nos guste a todos lo que hemos sufrido aquellos terribles acontecimientos.

Pero lo que debe quedar claro es que el conocimiento de la historia es un bien común de la sociedad; un derecho superior al de todas sus 'partes'. Está por encima de las víctimas, de los partidos, del gobierno de turno, de todos. Se trata de un derecho que tienen los estudiantes; el derecho a que mejore su conocimiento sobre una sociedad que estuvo polarizada hasta el extremo de mirar para otro lado mientras muchos de sus miembros eran perseguidos por sus opiniones o los cargos que ostentaban.

Publicidad

¿Somos conscientes de la información que tienen actualmente los escolares? ¿Es preferible que la busquen por su cuenta en internet? ¿Qué se la brinde su entorno más próximo? ¿Y si no quieren hablarles del tema? (asunto tabú para gran parte de la población). ¿Y si los padres no tienen la conciencia tranquila y les mienten a sus hijos? La pregunta es: ¿resultan preferibles seis horas de discusión y vídeos supervisados por expertos o el relato que 'le toque' a cada uno de los estudiantes en su entorno?

También conviene preguntar cuál es la alternativa de quienes se oponen. ¿Quién aporta contenidos educativos mejores? Concretamente, ¿qué es lo que hay que cambiar en los cinco vídeos? ¿Y quién garantiza que sea posible alcanzar un acuerdo unánime sobre este asunto? ¿Dentro de cuantos años? Por eso urge que se hagan todas las aportaciones ya, y que se comience a poner en práctica el proyecto. Nunca habrá un relato que guste a todos, siempre habrá alguien interesado en seguir como hasta ahora. Por ello, confiemos en los profesores y en los chavales, que tengan su oportunidad de saber y de opinar; igual nos sorprenden, igual son más ecuánimes que nosotros. Confío en ello, confío en ellos.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad