Gehry, arquitecto de Bilbao
Deja un brillante legado en la ciudad al conectar su obra más célebre con el renacimiento urbano a través del genial 'efecto Guggenheim'
Frank Gehry, fallecido a los 96 años, deja tras de sí una monumental obra plagada de referencias internacionales en la arquitectura, en la que sobresale ... con un brillo especial el Museo Guggenheim de Bilbao. Considerado un emblema de la deconstrucción, el genial arquitecto supo conectar su obra con las necesidades de una ciudad que aspiraba al resurgimiento después de un ciclo industrial en declive. El edificio, construido en titanio como seña de identidad, impulsó la regeneración de la capital vizcaína antes de su apertura al público, en 1997. Encauzó el desarrollo metropolitano en lo que se llamó 'el milagro de Bilbao' y, a la vez, reactivó entre sus vecinos el orgullo de pertenencia a una ciudad obligada a reinventarse. A salir adelante entre ruinas sobre las que luego se levantó Abandoibarra a orillas de una ría saneada.
La empatía de Frank Gehry, amigo de Chillida y de Oteiza, tuvo un papel esencial hasta el punto de convertirse casi en un bilbaíno más, como lo puede ser también Norman Foster, otro arquitecto vinculado a Bilbao por su impronta en el Metro en aquellas fechas claves para su despegue y ahora en la ampliación del Museo de Bellas Artes. Desde una ladera de Artxanda, Gehry tuvo la visión de situar el Guggenheim en la Campa de los Ingleses sobre antiguos suelos portuarios, en lo que ha sido un acierto reconocido hoy hasta por los más escépticos entonces. Como lo fue su apuesta por dotar de una sensación de movimiento al diseño del edificio, una obra de arte en sí mismo y, posiblemente, su creación más célebre de una trayectoria fecunda y de éxito. Que las más prestigiosas cabeceras de la prensa mundial hayan colocado en portada al Guggenheim de Bilbao para ilustrar la muerte de su creador revalida la proyección del edificio.
Una obra y un autor más allá de la arquitectura que no pueden entenderse sin Thomas Krens, director de la Fundación cuando negociaba el museo con las instituciones vascas, y Juan Ignacio Vidarte, que lo ha dirigido hasta este año. Gehry, enamorado de la cultura vasca y con obra también en Elciego, deja como legado una llamada al renacimiento a través del 'efecto Guggenheim', marca de la casa para identificar la capacidad de arrastre en busca del progreso. Una influencia muy clara en un Bilbao que tira del turismo en Euskadi. Más de un millón de visitantes al año han convertido al museo en el mejor embajador y activo económico para una ciudad que debe seguir su transformación y, a ser posible, ampliar su genial efecto.
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