Es de agradecer que el Parlamento vasco desarrollara ayer el Pleno de Política General en un clima de absoluta normalidad e, incluso, voluntad de colaboración, ... a pesar de las profundas diferencias que mantienen los partidos sobre algunas cuestiones muy sensibles de la actualidad informativa y de la gestión pública. En un momento de fuerte crispación en la política española, con enfrentamientos dialécticos que llegan al bochorno social, los grupos parlamentarios vascos dirimieron sus discrepancias en un debate sin estridencias, en el que las reivindicaciones de cada uno de ellos eran sobradamente conocidas.
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La única novedad de la agenda que puede agitar un curso hasta ahora en calma para el Gobierno PNV-PSE fue el emplazamiento del lehendakari a pactar un nuevo Estatuto. No tanto por el fondo de la cuestión, motivo recurrente de discusión en Euskadi cada vez que se abre el melón de su reforma, sino por la inusitada aceleración de los tiempos. En su estreno en la cita parlamentaria del año, Imanol Pradales planteó la necesidad de alcanzar un acuerdo estatutario antes del próximo mes de junio. Nueve meses para alumbrar un consenso pendiente en el País Vasco que deje atrás las históricas diferencias de los partidos desde la recuperación de la democracia.
Pradales se ha puesto plazos con el argumento de un eventual cambio de ciclo en el conjunto de España, provocado por el temor a un adelanto electoral que suponga la llegada del PP a La Moncloa de la mano de Vox. Es lo que calificó como «un tiempo oscuro para nuestro desarrollo como país» si, como dejó entrever, el Gobierno de Sánchez entra en una fase crepuscular sin vuelta atrás. Marcarse un umbral tan riguroso para «adaptar el Estatuto a la realidad actual» y dotarle de «un marco de bilateralidad efectiva» con el Estado es un desafío de riesgo que exige un resultado concreto para evitar la frustrante imagen de fracaso con la que otros lehendakaris han dejado Ajuria Enea.
El autogobierno es un bien a preservar, en el que sigue siendo necesario culminar las transferencias pendientes para desarrollarlo en toda su democrática amplitud. Pero ponerse plazos tan cortos en un momento agitado en La Moncloa es también abonar el terreno a las prisas electorales que pueden acabar encendiendo la pugna en Euskadi. Un debate que no parece una urgencia en la sociedad vasca, más interesada en el fin de la masacre en Gaza o en el impulso industrial anunciado por Pradales para crear empleo.
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