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La misa inaugural del pontificado de León XIV trasladó a los católicos el mensaje de amor y de unidad con el que Robert Prevost asumió ... el mandato del cónclave cardenalicio. Y fue de nuevo una oportunidad para que el sucesor de Francisco se dirigiera al mundo representado en la plaza de San Pedro por las delegaciones de 150 países, con el rey Felipe VI y la reina Letizia encabezando la de España. El Papa quiso mostrarse en todo momento un servidor emocionado de los presentes, afirmando haber sido elegido «sin ningún mérito» para dirigirse a los hermanos y hermanas «con temor y trepidación» en pos de «un mundo reconciliado». En su homilía se refirió al tiempo actual, en el que «vemos aún demasiada discordia, demasiadas heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo a lo diferente, por un paradigma económico que explota los recursos de la Tierra y margina a los más pobres».
Ante esa constatación, Prevost encomendó a los católicos ser «una pequeña levadura de unidad, de comunión y de fraternidad» sin sentirse superiores a los demás. El Papa advirtió que no puede ser «un líder solitario o un jefe por encima de los demás». Y para recordar a quienes sufren a causa de las guerras, citó Myanmar, Gaza y Ucrania, con mención especial a las dos últimas. Sobre el asedio de Israel en la Franja, denunció que los palestinos están siendo «reducidos al hambre». El alegato en contra de las hostilidades coincidió con el anuncio del Vaticano de que pone la Santa Sede católica a disposición del Estado ucraniano y de Rusia, con el fin de que «ambas partes se reúnan y al menos dialoguen» por «una paz justa y duradera».Ese ofrecimiento difícilmente encajaría dentro de los planes de un Kremlin muy alejado del ecumenismo preconizado por el pontífice en su homilía de ayer, dado el papel identitario que la autocracia de Putin tiene reservado a la Iglesia ortodoxa rusa.
Tras la misa, León XIV pasó a la acción y mantuvo un encuentro con Volodímir Zelenski. El saludo entre Zelenski y el vicepresidente de EE UU, J. D. Vance, aunque fugaz, aportó algo de esperanza frente al enredo en el que a diario incurre Donald Trump al atribuir buena voluntad a Vladímir Putin para poner fin a la invasión. El Papa volvió a abogar ayer por la caridad como tributo al que han de comprometerse los católicos. Aunque dando a entender que la caridad no ha de responder a un impulso ingenuo, sino a un acto de responsabilidad para con los demás.
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