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Andoni Ortuzar deshojó ayer la margarita y confirmó que finalmente concurrirá a la reelección como presidente del PNV si la militancia así lo quiere en el proceso que se abre mañana en los batzokis. Era una de las hipótesis que se barajaban después de que, ... pese a los 12 años de mandato que suma al frente del EBB y del relevo generacional sin precedentes culminado en las tres ejecutivas territoriales y en las principales administraciones públicas bajo control de los jeltzales, anunciara que escucharía opiniones internas antes de despejar su futuro.
Hay argumentos de peso que explican su posición, como el que mantiene su círculo más próximo, partidario de la continuidad de Ortuzar para consolidar los numerosos cambios orgánicos e institucionales introducidos en el partido. Pero también que pueden ser utilizados en su contra por las corrientes críticas que, aunque minoritarias, ya asomaron en la elección de las direcciones de Gipuzkoa y, sobre todo, de Bizkaia y Álava. Un toque de atención que no impidió el triunfo claro de los tres candidatos auspiciados por el 'aparato'. Su decisión de intentar seguir al mando del EBB contrasta con la apuesta general por la renovación, iniciada con la nominación de Imanol Pradales como candidato a lehendakari en sustitución de Iñigo Urkullu, quien, al igual que Ortuzar, también sumaba tres mandatos. La apertura de un cambio de etapa continuó en el liderazgo de las diputaciones vizcaína y guipuzcoana.
El PNV ha abierto un proceso de recambio que Ortuzar quiere seguir pilotando, interpelado por la necesidad de conectar con las nuevas generaciones y de recuperar la adhesión de sectores que se han refugiado en una abstención crítica en una Euskadi que sí ha experimentado un cambio profundo. Impulsada por el final del terrorismo, la sociedad vasca avanza sin la tensión de la pulsión identitaria y exige más que nunca calidad en los servicios públicos y eficacia en sus gestores. El partido jeltzale, en clara disputa con EH Bildu por la centralidad de la política, no ha logrado completar su verdadera apuesta: un nuevo estatus de autogobierno que permita mantener los actuales consensos, sujetando el apoyo del PSE e incorporando a la izquierda abertzale. Si así lo desean los alderdikides, Ortuzar afronta el reto de encajar las aspiraciones soberanistas de los suyos en una Euskadi en la que el respaldo a la independencia está bajo mínimos.
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