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Bilbao ha vuelto a demostrar con la final de la Europa League su capacidad para organizar grandes eventos internacionales, en un momento de fuerte competencia ... con otras ciudades europeas, y su vocación de asumir nuevos desafíos. Pese a las lógicas molestias generadas a la población, la capital vizcaína ha superado con buena nota la exigente prueba de la movilidad y la seguridad durante la estancia de más de 50.000 aficionados ingleses al fútbol, un público que añadió complejidad al reto. Lo peor, los ramalazos 'hooligans' de algunos de ellos, los pocos. Y viendo el resultado en el terreno de juego, la oportunidad perdida por el Athletic de haber disputado en casa un entorchado europeo. Lo mejor del balance es la imagen de fortaleza ofrecida al mundo por una ciudad de 'Champions', en la que han brillado con luz propia la normalidad y San Mamés como postal de vanguardia y tradición. Es de esperar que los negocios se hayan beneficiado del paso de las hinchadas, especialmente la hostelería y el sector de los alojamientos. Y que miles de esos visitantes de Manchester y Londres regresen, como decían algunos: «Volveremos con más calma». Bilbao se ha ganado el partido de vuelta.
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