Una apuesta por la estabilidad
El PNV y los socialistas podrán revalidar el Gobierno vasco con mayoría absoluta tras unas elecciones en las que EH Bildu rozó el 'sorpasso' y abrió la puerta a una futura alternancia en el poder
Las elecciones autonómicas de ayer inauguran una etapa política en Euskadi, aunque en ellas no se consumara el 'sorpasso' de EH Bildu y el PNV, ... que revalidó de forma ajustada su condición de primera fuerza, vaya a poder mantenerse al frente del Gobierno vasco de la mano de un PSE reforzado y decisivo, que durante la campaña ha mostrado con claridad cuál es su socio preferido y con el que suma mayoría absoluta en el Parlamento. El insólito empate a escaños (27) entre las dos formaciones nacionalistas acaba con la tradicional hegemonía de los peneuvistas, que perdieron cuatro representantes, pero se impusieron por 30.000 votos a una izquierda abertzale que cosechó los mejores resultados de su historia. El escrutinio refleja una apuesta por la estabilidad en una sociedad plural, pero abre la puerta a una posible alternancia a corto o medio plazo, hasta ahora inimaginable, tanto por los síntomas de desgaste jeltzale como por el auge de la coalición soberanista, que ha sabido acaparar la pulsión de cambio sin que su tenaz resistencia a romper con su pasada subordinación a ETA haya impedido su paulatina 'normalización'.
El énfasis con el que Andoni Ortuzar y el candidato a lehedakari por el PNV, Imanol Pradales, destacaron anoche que su partido había ganado los comicios, entre sonrisas de satisfacción un tanto forzadas, reflejó el alivio por haber superado el 21-A con el mayor apoyo, un hecho cuestionado por encuestas previas. De esa forma, Sabin Etxea salva los muebles y exhibe capacidad de resistencia en circunstancias complicadas, aunque las cifras no permiten triunfalismos. La promesa del presidente del Euzkadi buru batzar de que su organización «sabrá interpretar el mensaje» del electorado sugiere que es consciente de que dispone de la que puede ser última oportunidad para frenar un eventual vuelco político con una nueva forma de gobernar.
El reparto de escaños y de votos ha sido muy similar al apuntado por los sondeos, lo que revela que la campaña, caldeada en su recta final por la negativa de Pello Otxandiano a calificar de «terrorista» a ETA, ha tenido una escasa incidencia. El PSE ha sabido rentabilizar su exigencia en ese terreno con la izquierda abertzale y su gestión en el Gobierno al conseguir dos escaños más. Un PP al alza gana uno y amplía sus apoyos bajo el liderazgo de Javier de Andrés, mientras la fractura en la izquierda federal reduce sus seis parlamentarios a uno de Sumar y deja sin representación a Podemos. Vox conserva el suyo en Álava.
De las autonómicas ha salido el Parlamento vasco más abertzale, lo que se contradice con la sustancial rebaja de la pulsión identitaria en una Euskadi cuyas prioridades están relacionadas con la economía, la calidad de los servicios públicos y la vivienda. El PNV y EH Bildu no deberían interpretar como un aval para tentaciones soberanistas ese resultado, que obliga a reflexionar a los partidos de ámbito nacional. Una vez han hablado las urnas, es la hora del diálogo parta articular una mayoría sólida que permita investir a un lehendakari y formar un Gobierno estable que encare los principales desafíos de nuestra comunidad, sobre los que es deseable un amplio entendimiento. La alta probabilidad de que se reedite la coalición PNV-PSE no debería impedir la puesta en marcha de medidas innovadoras respecto a las aplicadas en los últimos años tanto en la sanidad como en otras áreas. De la responsabilidad de las fuerzas políticas cabe esperar una actitud predispuesta al acuerdo entre diferentes en la que prime el interés común.
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