El difícil relato de la muerte
La mirada ·
El polémico cartel de la serie 'Patria' daba pábulo a la falsedad de ETA que vincula el terror con la violencia del EstadoImagino que a muchos lectores del libro les habrá costado, como a mí, terminar 'Patria', y no por su extensión, y 'Los peces de la ... amargura', mucho más breve. Te venía a la mente una y otra vez la imagen de la vecina antes amable, de estirpe nacionalista tolosarra, que te detuvo en la entrada de la casa y te pidió permiso para decirte tres cosas: «Me da pena lo que le va a pasar, es usted muy inteligente, pero hace mucho daño a Euskadi». Y se marchó a escape, sin volver a saludarte hasta el fin de ETA, ahora con renovada cordialidad. O la carta pública donde los familiares de Azkoitia, con el excura nacionalista al frente, te denunciaba por protestar ante el asesinato de Baglietto, un azkoitiarra que física y moralmente había dejado de serlo. O, en fin, la carta insultante de la dama elegante de la familia irunesa de Marta por haber criticado en este diario al Gobierno del PNV por su débil reacción ante el asesinato de un concejal popular. Participabas así de la «escandalosa ola de violencia que desde Madrid sube a Euskadi», justo el mismo día en que tuvo lugar el atentado fallido de la plaza del Callao, escenario del ya fenecido cartel de la serie elaborada a partir de la novela de Fernando Aramburu.
En una conferencia pronunciada en Roma para presentar 'Patria', el propio autor mencionó que en intervenciones anteriores había recibido preguntas sobre el papel de los batzokis y cosas similares, y que su respuesta había sido que no todo podía aparecer en la novela. Lógicamente esta tampoco podía convertirse en un libro de historia disfrazado. Pero un problema como el nuestro, de muerte y tragedia, tanto individuales como colectivas, sugiere aplicar la advertencia de Stendhal: «una novela es un espejo desplazado a lo largo de un camino». No se trata de detenerse en minucias, ni de contextualizar al extremo; solo que el papel del nacionalismo democrático no puede ser excluido sin eliminar aspectos esenciales de la comprensión del fenómeno terrorista en Euskadi. No ciertamente por haber asumido un papel activo en su puesta en práctica. Buscó excusas y no se enfrentó, lejos de ello, a la persecución social de las víctimas, descrita siempre por Aramburu. La mención al alcalde del PNV en 'Madres' deja las cosas claras, pero una sola vez.
Las ideas de odio y de destrucción del otro tienen un origen histórico de xenofobia brutal
El contenido populista del fenómeno ETA está perfectamente reflejado en la gran novela que es 'Patria', sin que en cambio aparezcan dos elementos necesarios. El primero, que las ideas de odio y de destrucción del otro, asumidas en grado primario por los militantes de base de ETA y con ellos por los personajes de Aramburu, tienen un origen histórico, de xenofobia brutal que está ahí en el fundador del movimiento, desde el radicalismo extremo a la moderación de mis citadas acusadoras, contaminando hasta la segunda mitad del siglo XX al conjunto de los creyentes. ETA no fue un virus que surgió por generación espontánea y desapareció con ella. Miren ha sobrevivido y su fuerza política no ha pedido perdón como Joxe Mari, y tampoco la mayoría de etarras encarcelados se han soltado de la camisa de fuerza abertzale haciendo augurar un futuro de convivencia armónica. Tal como está concebido, el doloroso 'happy end' de 'Patria' proporciona un magnífico cierre al conflicto generado por la 'ekintza' en el grupo humano protagonista. Es menos seguro que resulte aplicable a largo plazo con plena seguridad a la vista de otras resurrecciones del mal en Europa.
Y llegamos así al denostado y retirado cartel, con el que, según cabía esperar, Aramburu se mostró en desacuerdo. Ahora la cuestión queda resuelta traumáticamente. La permanente empatía del escritor hacia el dolor de las víctimas contrastaba con el hecho de que la imagen del joven desnudo torturado tenía más fuerza que la de las asesinado y su viuda; además hacía posible una lectura exculpatoria de asumir el criterio etarra (y de muchos nacionalistas) que sitúa la violencia del Estado como causa del terror.
El peso de estos dos componentes del relato en 'Patria' anticipaba de forma involuntaria la conflictividad del cartel suprimido: los atentados son descritos como piezas de una mecánica despersonalizada; por contraste, el episodio de las torturas infligidas a Joxé Mari, ciertamente verosímiles, las recogía puntualmente, hasta el punto que Aramburu da ahora en su tuit cierta marcha atrás al hablar de ellas como «malos tratos en comisaría», cuando eran descritas como torturas localizadas según el relato en Intxaurrondo y en el cuartel central de la Guardia Civil en Madrid. Veremos qué pasa en la serie, aun cuando prescindir del tema hubiese supuesto insinceridad. Aquí también conviene evocar que el espejo de Stendhal tiene sus exigencias. Y una de ellas es la ponderación.
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