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La reconciliación entre víctimas y victimarios ha de ser compleja, plural y cultural. Y para que el perdón sea otorgado es conveniente que sea demandado por el perpetrador

Jesús Prieto Mendaza

Antropólogo y profesor

Viernes, 22 de noviembre 2019, 23:09

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Cuesta creer, como se dice en el interesante libro 'Hacia la reconciliación. Una mirada compartida entre el País Vasco y Colombia' (Félix Arrieta y Grace ... Boffey), que una sociedad pueda haber permitido que los odios se exacerbaran hasta el extremo de provocar que la dignidad de las personas resultara desvanecida y opaca, hasta llegar a considerar que una parte de sus conciudadanos pudiera ser descartada, desechada, suprimida o dada de baja. Suena terrible leerlo, pero es mucho más cruel haberlo sufrido y recordar que un proyecto con objetivos totalitarios emprendió esa tarea, con sinigual empeño, en nuestra tierra vasca hasta hace muy poco. Por ello resultó duro escuchar los testimonios de las víctimas, aquellas 'dadas de baja', que se dieron cita en el Día de la Memoria, organizado por el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo. Contaron su experiencia el ertzaina Enrike Barañano, quien vivió años gracias al 'orfidal' y al apoyo de su mujer; el joven atleta marroquí Rashid El Jaddani, a quien el atentado del 11-M truncó su carrera deportiva; y el capitán de infantería Juan José Alistre, a quien ETA dejó sin piernas en Salamanca, no sin dignidad, en una silla de ruedas.

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