¿Consiguen sus objetivos las manifestaciones?
Catedrático emérito de Sociología |Universidad de Deusto ·
No es la razón ética la que está en la base del éxito de una movilización o de una huelga. Es la relación de poder entrelos manifestantes y el poder, sea civil o políticoLa crisis política que se está viviendo en Hong Kong desde el 9 de junio de este año, con múltiples y coordinadas manifestaciones, alcanzó un ... nuevo hito el 5 de agosto, con un día de huelga general y enfrentamientos entre activistas prodemocráticos, hostiles al creciente control de China sobre el territorio autónomo, y las fuerzas de policía. Manifestantes ocuparon estaciones centrales del metro, bloqueando así su funcionamiento durante varias horas. En posteriores jornadas tomaron el aeropuerto y paralizaron numerosos vuelos. Hong Kong nos cae lejos, pero lo que sucede en la otra punta del mundo, y más si es en China, nos afecta en nuestra vida cotidiana. Pregunten a los vascos y sus familias con negocios en el gigante asiático.
Hoy nos detenemos en una cuestión frecuente en los medios de comunicación y en las conversaciones de los ciudadanos: ¿sirven para algo las manifestaciones? Su proliferación (más en unos países como España y Francia que en otros, como Suiza) ¿tiene alguna rentabilidad? ¿Consiguen los manifestantes lo que desean o, tras unas horas (una protesta puntual de un día), determinadas jornadas (los viernes ecologistas), semanas (las actuales en Hong Kong), incluso meses (los pensionistas en España, los chalecos amarillos en Francia) etc., etc., o, al final, tras periodos de efervescencia en las calles, todo sigue más o menos igual? Obviamente la respuesta a estas cuestiones no se salda con un «sí» o con un «no», sino con un «depende», un depende de muchos factores y circunstancias.
Depende, de entrada, de la capacidad de arrastre de los manifestantes para las movilizaciones y, en su caso, para la huelga o boicots. Depende de a quién se opongan; de si la marcha es violenta o pacífica; del apoyo que pueda tener en el conjunto poblacional; de si es puntual o periódica... Depende también de lo que se defienda en la protesta. Pero añado inmediatamente que la bondad de la causa o motivo de la manifestación, más allá de mostrar la opinión de la ciudadanía, no es ni mucho menos la razón principal que asegure su éxito. Dos ejemplos me vienen a la cabeza.
El 10 de julio de 1997 tuvo lugar la que, salvo error por mi parte, fue la mayor movilización que se vivió en Euskadi. Se pedía la liberación de Miguel Ángel Blanco, secuestrado por ETA. Apenas dos horas después de su finalización, ETA, haciendo oídos sordos al clamor del pueblo que decía defender, lo asesinó. El otro ejemplo, aunque sin muerte, y en otro registro, me lleva a las Diadas en Catalunya desde 2012 hasta la de 2018. Como en España no se quiere contar con rigor, hubo baile de cifras sobre el número de manifestantes. La más baja (haciendo la media de las cifras dadas) fue la de 2016, con 500.000 participantes. La más elevada en 2014, con 900.000 personas. Ambas, en Euskadi como en Catalunya, movilizaciones rigurosamente pacíficas, multitudinarias, con el apoyo de gran parte de la población, pero fallidas en sus pretensiones.
Sin embargo, hay expertos que sostienen que las protestas pacíficas en los países democráticos tienen más posibilidades de éxito que las violentas. Pero yo no lo veo tan claro. Además de los ejemplos de arriba, avanzo otros dos. Las marchas de los jubilados, pacíficas entre las pacíficas, solamente lograron, y parcialmente, sus objetivos por una carambola política: el Gobierno de Rajoy para salvar sus presupuestos, necesitaba los votos del PNV, que le pedía una subida de las prestaciones acorde al IPC. En Francia, los chalecos amarillos consiguieron, también parcialmente, sus objetivos, gracias al vandalismo urbano en los Campos Elíseos, legitimando así, peligrosamente, la violencia callejera en la toma de decisiones gubernamentales. Ahora, el Ejecutivo francés se ve obligado a retraer fondos de las necesidades de otros colectivos, estos no violentos.
Pero ¿por qué hay tantas manifestaciones en países con los mejores niveles de bienestar y asistencia social del planeta? Apunto a dos razones básicas (hay más). Por un lado, porque el bienestar y la asistencia no tienen límites, siempre el bienestar puede ser mejor y la protección mayor. Y, por el otro, porque hay desconfianza hacia la clase dirigente en una sociedad, al mismo tiempo, muy leguleya y reglamentista, así como protestona y reivindicativa. Añádase el papel de los medios, que destacan lo negativo, alimentando la protesta por todo. Basta abrir cualquier telediario, cualquier día, para constatarlo.
En última instancia, el éxito o fracaso de las manifestaciones, como el de las huelgas y paros, depende de relaciones de poder. Algunos colectivos tienen más poder que otros. ¿Qué capacidad de éxito tendría una movilización o una huelga de librerías, zapaterías o heladerías? Nula. Pero unos cuantos agentes de movilidad (taxis, metro, camiones, trenes o aviones) pueden parar un país y hacer un 'siete' a miles y miles de ciudadanos. Lo comprobamos en todas las vacaciones. Sin que sus exigencias sean, necesariamente, más justas que las de los libreros, zapateros o heladeros.
No es la razón ética la que está en la base del éxito de una movilización o de una huelga. Es la relación de poder entre los manifestantes y el poder, sea civil o político. Y los ciudadanos son, muy a menudo, los grandes afectados.
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