La Policía italiana está deteniendo a grupos de antivacunas que planeaban pasar del tuit al atentado. Eso va a ser falta de cariño, si me ... permiten el análisis internacional. Mario Draghi es un tecnócrata. Y, con su temperamento frío no habrá reparado en que los antivacunas necesitan amor. Alguien debería decirles, en italiano además, qué preciosidad, que ellos ya son peligrosos (¡pericoloso!) y no tienen necesidad de pasar a la lucha armada. Y que eran peligrosos incluso antes de la pandemia, cuando, gracias a su especial inteligencia (¡intelligenza!), ya nos permitíamos el lujo de ver niños enfermos de sarampión o difteria. Qué encanto 'vintage' tenía aquello. Pocas cosas hay más naturales y contrarias al enorme negocio de las farmacéuticas que ver a un chiquillo muerto porque sí.
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En las protestas violentas que se dan en los países de nuestro entorno en los que se exige el pasaporte covid para viajar o entrar en restaurantes se mezclan antivacunas, extremistas y fauna de difícil clasificación. De todos ellos, los antivacunas son los más tenaces porque insisten en negar la concreta evidencia que nos está salvando del desastre. También son los más originales: no solo amenazan a políticos y periodistas, sino también a científicos. ¿Qué clase de vida habrá de llevar uno para tenerle muchas ganas a un microbiólogo?
Viendo ahora que hay en Europa antivacunas pensando en la violencia, me gustaría insistirle al sector duro del gremio: no hay necesidad. Es mucho mejor que nos maten poco a poco, dándole cuartelillo al virus con esa mezcla suya de iluminación y egoísmo. Además, ¿para qué vas a andar poniendo bombas si la mayoría de la sociedad ya avanzamos como un rebaño hacia la esclavitud y la destrucción? Habrán notado que apuesto por la simpatía, casi por la seducción, convencido de que el razonamiento es a estas alturas imposible. No se le puede disputar la razón a quien atesora la verdad. «Estaba vacunado, ¿no?», preguntan ahora los negacionistas de pura cepa al enterarse de la muerte de alguien que tenía ciento veinte años y fue atropellado por un camión de dieciséis ruedas mientras le disparaban con una ametralladora desde una azotea. A continuación, atan cabos con superioridad. «Vacunado, muerto: todo encaja».
MALASAÑA
Bulo bonito
Lo de los ocho encapuchados atacando a un joven gay en Malasaña resultó ser un invento de la víctima, que al parecer trataba de hacer pasar una infidelidad por una agresión. La historia es increíble, pero lo es más la teoría que se puso a circular desde el mismo momento en que se desveló la mentira. Algo como: no importa que lo denunciado sea falso, importa que el miedo que siente la comunidad LGTBI es real. Estoy de acuerdo: suena muy bonito. Y es un disparate que establece por las bravas la primacía de los sentimientos sobre la realidad y la utilidad de las mentiras. Que sin el menor disimulo se aferren a semejante chatarra políticos y periodistas impresiona. Al fin y al cabo, si lo que importa de unos hechos no es su existencia sino su conveniencia, ¿por qué no fabricar ficciones que operen en la realidad con la finalidad y la rentabilidad adecuadas? Aferrarse al bulo, o sea. Seguir haciéndolo, quiero decir.
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SIMÓN
Urgencias
Ayer reapareció Fernando Simón y explicó que es la marcha de la pandemia lo que hace que ya no aparezca en las ruedas de prensa. Fue triste. No había un ministro a su lado agradeciéndole el trabajo y la exposición. Simón participaba en un congreso en el que se habló sobre la respuesta dada al covid. Hombre, la auditoría. Los científicos. 'The Lancet'. ¿Se acuerdan? Han pasado trece meses. Y nada. Qué raro. Ahora que sabemos que el presidente te resucita los asuntos de un día para otro, liderando personalmente las reuniones y los comités.
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