La vida poscovid
La pandemia pasará, claro. Porque todo pasa. Entretanto, cada cual a su modo, nos asustamos, nos desesperamos, intentamos ser razonables. Cambiamos de opinión sobre las ... medidas y restricciones que nos imponen. Un día nos parecen excesivas, otro escasas. Discutimos con el de al lado por algún detalle o, cansados, decidimos no discutir más. A veces nos deprimimos un poco. O un mucho (parece tan fácil perder la cabeza hoy en día). Y paulatina e inevitablemente tratamos de imaginar el mundo en el que vamos a tener que vivir después de esto: los efectos secundarios: las pérdidas de todo tipo: las nuevas formas y estilos de una realidad próxima quizá peor. Por suerte, la persona individual (estoy convencido de esto desde siempre) es mucho más inteligente, tolerante y sensata que toda esa nube de ruido denominada opinión pública que, por lo general, nos abruma y nos enfrenta. Siempre tenemos la sensación de que avanzamos improvisando y sin frenos. Y lo cierto es que nuestras vidas y nuestros cerebros están cambiando. Y lo notamos. El nuevo ser humano 'on line', fóbico, crítico y masturbatorio, que se abastece de chismes electrónicos, ficción audiovisual masiva y juguetes virtuales, se sabe hipercontrolado, teletrabaja y todo lo obtiene con un clic, ya está aquí. Puede que dicho así repugne un poco, pero ya ha nacido. Y está creciendo rápidamente. Una de las cosas que, una vez más, se ha demostrado con la pandemia es que somos obedientes y nos adaptamos a todo. El túnel tendrá salida, pero el mundo del otro lado será distinto. Muchos ya lo están imaginando con propósitos comerciales. La revolución tecnológica ha empezado a coger velocidad.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión