josé ibarrola

La venganza

En tiempos turbulentos resulta descorazonador pretender entender racionalmente las conductas ajenas. La votación del jueves es un ejemplo. Todos, hasta el más listo, somos un ... poco tontos. Saberlo y aceptarlo puede ser un signo de salud. Nadie es listo todo el rato. Y en política, menos. Hay que descansar. De hecho, pasarse de listo es una de las formas más risibles de la estupidez. Seguro que conoces a alguien muy listo. Y seguro que a veces se pasa, ¿no? Te mondas. Y, sin embargo, cómo nos gusta hacernos los listos, ¿por qué será?

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Cuando todo empieza a repetirse mucho (como ahora), las mismas rutinas a diario, las mismas cuatro palabras pronunciadas por unos y otros sin parar, uno empieza a tener la sensación de que su vida es una farsa. Te ves en el espejo mientras te cepillas los dientes, antes de acostarte, y piensas: pero ¿qué mierda es esta? Es una de las pegas de vivir en la cueva: que te pones filosófico. Que te da por pensar en el sentido de la vida. Y por pensar en el devenir. Y en la muerte. Así que algunos se están deprimiendo, claro.

Es fácil deprimirse, últimamente. Otros, sin embargo, dejan que salga a la luz su tonto interior. Es una válvula de escape, espero. Es decir, supongo. Y me temo que yo lo hago a menudo. Sobre todo, ante mí mismo. Qué más da. Intentar ser listo todo el rato es una fatiga. Te deprimes. Así que opto por asimplarme. Para esperar. Ya pasará esto. Y cuando pase, me vengaré. Como todos. Pasará y nos vengaremos. Ya veréis. Somos vengativos. La frivolidad no tardará en volver. La necesitamos. La gente saldrá en tromba a derrochar su dinero embalsado. Queriendo vivir lo no vivido. Ya me está dando ya hasta miedo.

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