Sutiles mercancías

La monarquía inglesa es una empresa y vende el recuerdo de la gloria de otros tiempos

Mi teoría es que la monarquía inglesa es una empresa de glamour antiguo y que, a día de hoy, sigue generando importantes beneficios para algunos ... sectores de su país. Y del continente. Puede que haya perdido el poder político, porque en teoría el poder ahora, claro, pertenece a la plebe y a sus representantes legales, pero todavía conserva, al parecer, un cierto o férreo control del alma británica (y por tanto, también de la europea). La monarquía inglesa es una empresa sentimental: vende sueños, vende fantasía romántica, vende nostalgia victoriana, vende drama. En definitiva, vende pasado: el recuerdo de la gloria de otros tiempos, un perfume rancio, gran gestualidad, una estética obsoleta y un ofuscado apego a las viejas, anticuadas, moribundas y, siento decirlo, algo malolientes tradiciones ancestrales.

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Mientras los ingleses y demás sigamos consumiendo con gusto y embobados esa clase de, por decirlo así, sutiles mercancías, la empresa irá de maravilla. Es decir, seguirá oficiando el estricto protocolo, generando imágenes y poses, repitiendo hasta la saciedad las mismas ceremonias y organizando (a la perfección, desde luego, eso hay que reconocerlo) las suntuosas bodas y los solemnes funerales. Porque hay que ver cómo organiza esta gente las bodas y los funerales. Como nadie. Todo lo demás son meras imitaciones.

¿De qué se trata, en el fondo? Se trata de que la plebe siga alzando los ojos, abriendo la boca y hablando de ellos. De lo bueno y de lo malo, es igual, Qué más da. ¿Qué es lo malo? Puede que lo malo sea mejor que lo bueno. De lo que se trata es de que nos lo sepamos todo de ellos y queramos saber un poco más. Hasta la ropa que llevan, hasta el whisky que les gusta. Que compremos sus horribles souvenirs en las tiendecitas, que agotemos las revistas en las que se exhiben, que nos citemos ante los televisores del mundo (que son como los estupefacientes del mundo) para ver los programas de entretenimiento en los que aparecen, comentar morbosamente sus miserias y sus secretos y discutir acerca de lo que representan o dejan de representar. Mi madre, por ejemplo, una chica bilbaína nacida en el 36, se lo sabe absolutamente todo de la realeza inglesa.

En fin, no a todos los ingleses les encanta esto, lo sé (estar siempre mirando a ver qué hacen o dejan de hacer los pijos), hay un realismo británico bastante crudo que, a veces, propicia la aparición de algunos fenómenos culturales más o menos innovadores. Pero ganan los nostálgicos por goleada. No hay más que ver sus series. La monarquía inglesa vende aires de grandeza. Y nos siguen engatusando con eso, ¿no es genial?

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