¿Por qué será?
Cerca de mi casa vive un negacionista que hace pintadas. «Vacúnate, esclavo», escribe en las tapias con grandes letras. «¿Eres libre o zombie con bozal?». ... Cosas así. Intenta ser muy ofensivo. Y lo es, supongo. Cada pocos días tapan sus graffitis con pintura, pero él vuelve a la carga con vigor. No se contenta con despreciarnos en silencio: quiere que lo sepamos. Eso es lo que me llama la atención. Naturalmente, no me extraña que haya negacionistas. Siempre los hay. Gente que niega la evolución de las especies, gente que niega el Holocausto de los judíos, gente que niega que hayamos llegado a la luna o que la Tierra sea redonda. Hasta hubo negacionistas del sida. Una parte de ellos negaba su existencia y la otra aceptaba que existía el virus, pero decía que era inofensivo. Lo curioso es que los negacionistas no se contentan con serlo: necesitan público. Si quieres ser negacionista, lo primero que tienes que hacer es negar un hecho real y científicamente probado. Y acto seguido, buscarte un altavoz para exhibir tu negación con orgullo. Con más fuerza cuanto más absurda sea.
Cualquiera no vale para negacionista porque no basta con ser cerril, también hay que ser desafiante y belicoso. El negacionista necesita alardear de ello. Hacerse oír. Hace menos de un mes se contagió y murió por covid un negacionista famoso en Brasil: Stanley Gusman, de 49 años, un presentador de televisión afín a Bolsonaro que usaba su programa para burlarse del virus. Presumía de no protegerse y se contagió. Y no es el único. Qué le vamos a hacer. Negacionistas hay en todos los sitios. Excepto, curiosamente, entre el personal que trabaja en hospitales y urgencias. ¿Por qué será?
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