Bueno, ahora es al PP (y su amplio entorno) al que le toca lamentarse de la nueva Ley de Educación. Esto va por turnos, siempre ... es igual. Cada vez que el Gobierno de España cambia de signo político se apresura a promulgar una nueva Ley de Educación. Entonces, los de un lado se felicitan y aplauden mucho, y los del otro se tiran de los pelos. Podríamos decir sin ironía que ya es lo normal. De hecho, ambas partes saben que va a ser así y lo aceptan como parte del juego. Aunque finjan ante las cámaras. Aunque protesten con ruido. Si no lo aceptaran se pondrían de acuerdo y pactarían. Pero no lo van a hacer. Nunca. Ellos lo saben y yo lo sé. Todos lo sabemos. La ley anterior, la Lomce, la de Wert, la más controvertida y polémica, generó una fuerte oposición, acuérdense. Ahora, la Lomloe, la de Celaá, se estrena con bocinazos en las calles y el llamamiento de Casado a la desobediencia. Vamos a oír hablar mucho de esto en los próximos días, me temo. Pero el desencuentro crucial se reduce, en el fondo, a lo de siempre. Por un lado, los colegios concertados no se contentan con el dinero público que reciben. Por el otro, los de la pública se empeñan en intentar evitar su deterioro. En fin, qué les voy a contar que ustedes ya no sepan. Es como el día de la marmota. Por supuesto, Casado ha madrugado para declarar (por si alguien aún ignora cómo funciona esto) que en cuanto él llegue al poder (si llega, claro) hará lo mismo. O sea, promulgará su propia ley de educación a toda velocidad. Seguro que ya tiene pensado el nombre. Hace siete años, los que ahora patalean estaban encantados. Ahora les toca a los otros. Se trata de esperar tu turno, eso es todo.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión