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EFE

La traca final

Los politólogos nos tienen que recordar que nuestro sistema no es presidencialista

Sí, es verdad, tenemos la manía de decir que ha ganado las elecciones el candidato Fulano o el candidato Zutano. Si se tratara de la ... candidata Fulana, nos encontraríamos ante uno de esos reveladores casos de sexismo lingüístico que nos invitan a reflexionar sobre la realidad social de la que brotan tales sutilezas expresivas. Pero ese es otro tema. Volvamos a los candidatos y candidatas.

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Los politólogos de la tele (y de los canales de Internet) nos tienen que recordar que el nuestro no es un sistema presidencialista. Y que no votamos al presidente, sino que elegimos a los diputados. El recordatorio se hace necesario porque nos empeñamos en olvidar el funcionamiento del sistema por el cual elegimos, no a los diputados de uno en uno, sino listas cerradas de diputados. Así que, en la práctica, sabemos que si votamos una lista estamos votando a un partido y, de forma indirecta, pero muy clara en la cadena de consecuencias, al candidato a presidente de ese partido. Así que la confusión prolifera y crece, y los politólogos, pobres, tienen que hacer horas extras en los medios para ponerle ese dique efímero: explicar y volver a explicar que serán los diputados quienes elijan al presidente del Gobierno cuando toque.

Pero, al fin y al cabo, pensamos los sufridos votantes, la única elección que se nos permite hacer es precisamente esa que oficialmente no hacemos. Votar una lista se convierte en el medio de elegir entre los candidatos de los diferentes partidos. Podríamos ahorrarnos el marcar las casillas, elegir solo al candidato número 1 y que se encargara él de elegir a los diputados después en vez de hacerlo antes.

El filósofo Javier Gomá nos dice que la estabilidad democrática genera sociedades dominadas por el aburrimiento, lo cual abre paso a los vendedores de falsas intensidades y falsas pasiones, como son, en el terreno de la política, los populismos. Aquí Gomá privilegia la monotonía de la democracia como fuerza propulsora, pero se olvida de otros elementos como la frustración, la desesperanza o incluso la desesperación (la vida de mucha gente es difícil, precaria e insatisfactoria).

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Pero este es otro tema. Lo que nos viene a decir Gomá es que el aburrimiento es un buen síntoma, mientras que toda esta emoción y este bulle bulle de la política española es mala señal. Ya saben, las consignas épicas y las acusaciones épicas (cuidado con la épica), y el emocionante fenómeno audiovisual (más que Eurovisión) generado por la votación y el recuento (la batalla). Pues nos queda aún la traca final: con el cambio de mes sabremos los resultados del voto emitido por ciudadanos españoles en el extranjero. No habrá grandes movimientos, pero esos escaños que pueden caer de un lado u otro añadirán algo al espectáculo.

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