Hay un gran dedo acusador que apunta a Radiohead en estos días de divisiones tajantes. Y, claro, un filón de noticias, de posibles reportajes aflora ... en el punto donde convergen la potencia de convocatoria de un famoso grupo de rock y la potencia de fuego de los adeptos a una causa que no entiende de sutilezas. Estos no se complican la vida mirando alguna vez desde fuera, desde otra parte. Para los adeptos a la causa (¿qué causa?), lo señalado es solo un punto más donde escenificar el conflicto. Que el acusado sea culpable o inocente no importa mientras sirva para mostrar cómo se condena tanto a los que piensan lo que no deberían como a los tibios, a los equidistantes. ¿Quiénes son los equidistantes? Todos los que no están en un bando o en otro, pero no solo los indiferentes; también los que se niegan a seguir la dialéctica deshumanizadora de los bandos; los que miran desde fuera, desde arriba, desde abajo, desde una posición y desde otra. Todos condenables y condenados.
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Las canciones de Radiohead dicen lo que han dicho siempre, pero no basta. En 2024, Thom Yorke escribió en su Instagram: «Creo que Netanyahu y su equipo de extremistas están totalmente fuera de control y es necesario pararlos». Tampoco basta. Hay que seguir las reglas prescritas por la PACBI, autoridad reconocida por los adeptos a la causa (¿qué causa?). Según la Campaña Palestina por el Boicot Académico y Cultural a Israel, no se pueden dar conciertos en Israel. En 2025, Radiohead tuvo que cancelar dos conciertos, no en Israel, sino en Inglaterra. Habían recibido demasiadas amenazas, que es una forma racional y pacífica de convencer. La PACBI dijo que bien cancelados estaban.
Pero si Radiodead no aprueba lo que Netanyahu y el ejército israelí hacen y esto es insuficiente, ¿con qué se deben alinear? ¿Con la causa de los derechos humanos o con la llamada causa palestina, ese mito heredado, inflexible, más útil para ocultar la realidad que para verla? Radiohead no son los únicos que actúan en Israel, pero ahora están en Madrid, y con los ánimos caldeados tras la fiesta de La Vuelta, el dedo acusador no podía dejar pasar la ocasión. ¿Qué han de hacer para que cierta gente extremadamente escrupulosa vuelva a comprar entradas? ¿No pisar Tel Aviv, sin importar cuántos de sus fans israelíes aprueban, condenan o reprueban la masacre de Gaza? ¿Decir 'genocidio' cada vez que les acercan un micrófono? Quizás Jonny Greenwood debería divorciarse de Sharona Katan. Quizás deberían aparecer en público con ceniza en la cabeza, rasgarse las vestiduras y pedir perdón. ¿Perdón por qué? Todas las cazas de brujas, las de un lado y de otro y de otro aún, tienen una fuerza extraordinaria en tiempos de confusión.
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