Hay países en los que la mera sombra de la corrupción, o su cerco de indefinidos bordes, provoca dimisiones. En otros, la estrategia de (presuntos) ... culpables, responsables políticos y elementos afines consiste en negarlo todo. Negar mientras se pueda y mientras no se pueda. Dimitir es de panolis y todo el mundo sigue esta estrategia inútil, estúpida de negarlo todo hasta que la evidencia estalla por vía judicial. Nos estalla en la cara una y otra vez, no solo a los presuntos implicados, sino al público variopinto. Los primeros han de negar para no sentirse tontos. Los segundos, o sea, el vasto público, somos un enorme conglomerado de indiferentes, indignados, cómplices, resignados, desesperados, muertos de verguenza, muertos de pena, vivos, vivales, listos y tontos.
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Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos, escribió Rafael Alberti. Hay países en que cada ciudadano/a es un tonto, dos tontos, tres tontos a base de contemplar lo que pasa, de saber lo que pasa con mayor o menor detalle, y hacerse el tonto para seguir viviendo. Hay tontos listos y listos tontos y tontos tontos. El sanchismo llegó para salvar al PSOE, que estaba muy afectado por la corrupción endémica, y nos han dado más de lo mismo, pero más y mejor. Llegó para salvar a España de la corrupción del PP, que era una comedia vergonzosa, y nos ha dado un sainete interminable y grotesco. Los políticos y sus complementos no tienen que pensar mucho para saber qué hacer en estas situaciones. Negarlo todo es un proceso automático. Cada cual niega lo suyo. O lo que le afecta, y cuando lo que le afecta es incuestionable, evidente, clamoroso, realiza una operación de extrañamiento y el elemento infectado se convierte en «ese señor del que usted me habla» o en alguien «que no tiene nada que ver con el partido» (es que le han echado).
Se niega por activa y por pasiva, por acción y por omisión. Se niega haciendo como que no existe lo que existe y amenazando al que habla de ello, pues lo que no tiene nombre no tiene existencia. Y sin embargo, vivimos en la era de la información digital, y es tanta la que se genera, se guarda y fluye, que resulta inevitable la revelación súbita o progresiva, inconveniente y providencial. Ahora que hacer oposición consiste en sacar a flote la corrupción del oponente, ahora que el pacto de silencio que lo ataba todo ya se ha agrietado y hasta quebrado, solo cabe esperar que salgan y salgan nombres, redes, delitos, tramas y más sainetes. El del PSOE parece insuperable, y en el PP lo son el entusiasmo, el fervor y el gozo (ya se ven en el gobierno). Esta es la oferta: la sitcom de unos y el teatro polvoriento, casposo y castizo de los otros. Para llorar.
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