Gaza es el infierno. Allí están condenados por igual culpables e inocentes. ¿Qué está pasando en Gaza? Todo el mundo lo sabe y es como ... si no lo supiera nadie. Israel está matando a los palestinos por todos los medios a su alcance, que son muchos. Así de simple. O no tanto. Hay que recordar siempre que Israel está masacrando al pueblo palestino con la valiosa ayuda de Hamás. Con la complicidad de EE UU. Con la indiferencia de unos y la impotencia de los de más allá. ¿Más allá de dónde? Más allá de la línea de lo posible, de la línea de la voluntad, de la raya de la hipocresía. De vez en cuando se publican demasiadas imágenes atroces, la Unión Europea patalea un poco, las ONG del mundo dan un comunicado, y entonces Israel afloja la mano de la muerte o afirma que lo hace. Se anuncian repartos de comida. Se anuncian corredores humanitarios. Se anuncian «pausas humanitarias», o sea, pausas en la tarea de matar con balas y con bombas, de hambre y de sed, de enfermedad y de consunción (todo ello con la insustituible ayuda de Hamás). Luego, en las colas del hambre llueven balas y en los corredores humanitarios caen bombas. Dos ONG israelíes acaban de acusar a su Gobierno de genocidio. Una de ellas documenta la destrucción metódica del sistema sanitario de la Franja.
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Un infierno así es incomprensible. No lo podemos asimilar. Para explicar los infiernos de la tierra se ha buscado su origen en otras vidas, en otros mundos, en cadenas de causas y consecuencias que se nos escapan. Las cadenas de causas y consecuencias pueden llevarnos muy lejos, pero algunas de ellas las tenemos delante de las narices. Como los inescrutables designios de Hamás. Para Israel, el pueblo palestino es un obstáculo; para Hamás es una herramienta. Hamás tiene un grupo de rehenes israelíes que son cada vez menos y que cada vez valen menos, pues va quedando claro que en la estrategia del Estado de Israel la liberación de estos prisioneros tiene una importancia menor. Pero tiene un gran rehén colectivo, su propio pueblo, y este pueblo no es el sujeto de nada, sino el objeto en manos de unos y otros, el blanco y el negro estandarte de la muerte.
Palestina está dando una incesante cosecha de muertos para Israel y para Hamás. Israel empezó quitando de en medio a las personas que se interponían entre sus proyectiles y Hamás. Luego ha comprobado que es más fácil -y sobre todo, posible- quitar de en medio a todos los palestinos. En cuanto a Hamás, es una máquina de poder y guerra cuyo objetivo es seguir funcionando. Al fin y al cabo, la liberación del pueblo, la redención de la gente, se puede trasladar al más allá. Y eso es, precisamente, lo que están haciendo.
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