Barrenderos trabajando tras el txupin de la Aste Nagusia. Jordi Alemany

Fiesta

Los políticos que tienen las competencias demuestran a menudo su incompetencia

Se han necesitado 600 personas, personas de Bilbao, para limpiar lo que otros bilbaínos (y algunos invitados) ensuciaban durante las fiestas. Antes de que acabara ... la Aste Nagusia, el alcalde y cuatro concejales acudieron a un acto de homenaje a estas brigadas de limpieza sin las cuales el jolgorio se habría desarrollado muy pronto en un magnífico vertedero. Luego están las fiestas privadas que algunos ciudadanos celebran periódicamente en los espacios públicos y de las que, según parece, quieren dejar constancia. Para ello abandonan tras de sí botellas, latas, bolsas, restos de comida y, a veces, otros residuos de tipo orgánico que no voy a nombrar. Si no tuviéramos un servicio de limpieza que trabaja todo el año, silenciosamente, constantemente, creo que la villa sería un magnífico vertedero, a juzgar por el aspecto de ciertos lugares durante el tiempo que pasa entre el último vertido de vasos, bolsas y residuos biológicos, y la llegada de los trabajadores municipales que devuelven a las aceras, las plazas y los parques su carácter de espacios vivibles.

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Durante la pandemia se habló mucho de esos trabajos de los que dependíamos para seguir vivos. Cuando otras actividades se paralizaban, hubo que reforzar todo lo relacionado con la sanidad, la higiene y la distribución de alimentos. Los equipos municipales de limpieza se emplearon a fondo como equipos de desinfección. Las ciudades se paralizaron (casi), pero el campo seguía trabajando. Lo que había sido invisible hasta hacía poco se vio claro como la luz del día. El sistema de sanidad pública respondió mejor allí donde se partía de una situación menos precaria. Pues hay que recordar siempre, en lo tocante a trabajos esenciales, que los fuegos también se apagan en invierno.

Los fuegos, los de nueva generación y los de siempre, han venido a poner fin a la fiesta de muchos, aunque hay quien se empeña en seguir con su fiesta en medio de las llamas. Entonces, vaya por Dios, nos hemos dado cuenta de que los ganaderos que practican la ganadería extensiva, por ejemplo, y los bomberos forestales y otras profesiones por el estilo son muy importantes, y que no darles la importancia que tienen es alimentar la catástrofe.

En cambio los políticos profesionales, salvo excepciones, no han quedado demasiado bien. Quienes tienen las competencias han demostrado a menudo su incompetencia. Han sido propuestas públicamente, y con mucho énfasis, medidas que ya contempla la ley y que no se habían tomado. Esos momentos y lugares en que el Estado no ha funcionado revelan que no se trabajó en invierno. Y ahora, al calor de las llamas, aparecen violentamente iluminados quienes tratan de arrimar el ascua a su sardina.

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