Niños con armas
La Rusia bélica de Putin premia las mejores notas con un curso de formación militar
Juan Bas
Domingo, 7 de diciembre 2025, 00:04
No me refiero con el título a los niños que van dando la tabarra con un tambor, una corneta o un silbato y que dan ... ganas de cometer más que un infanticidio, un parricidio (si te quejas, te preguntarán con cara hostil si es que no te gustan los niños). Aludo a niños con armas de verdad, de fuego; niños a los que se les entrena con máquinas de matar. Pasada por los tamices del tiempo y del recuerdo, seguramente la novela de Vargas Llosa que más me gusta es 'La ciudad y los perros'. Narra la vida en un colegio militar, que opera como correccional, de niños y adolescentes que reciben una educación alienante, de rancio espíritu castrense, articulada mediante la humillación, el machismo y la brutalidad, con el culto a la ley del más fuerte como código primordial en las relaciones entre los cadetes y de estos con los militares que hacen de profesores.
He recordado 'La ciudad y los perros' al leer que en la Rusia bélica de Putin es frecuente que los niños que sacan las mejores notas sean premiados con un curso de formación militar en una escuela de cadetes. En una de las fotos se veía a un niño, vestido con uniforme de combate, disparando con una pistola Makarov que sostenía con las dos manos.
Cuando hice la mili, era lema repetido por los mandos para que tuviéramos cuidado con la manipulación de los fusiles de asalto Cetme, que «las armas las carga el diablo y las dispara un gilipollas». Un niño no es un gilipollas, pero es un niño, cuyo sentido de la responsabilidad es muy limitado. Si bien muchas cosas de la instrucción militar son infantiloides, casi un juego, como los absurdos movimientos de armas, y la propia parafernalia del ejército puede divertir a un infante, disparar no es un juego. Por otra parte, nadie supera a un niño en su facilidad para ser cruel sin reflexión, y para ejercer el avasallamiento de los más débiles e indefensos mediante el matonismo y la violencia.
Me repugnan esas imágenes de niños jugando a soldados; así como las de hijos de ultraderechistas norteamericanos en campos de tiro, disparando con armas de guerra para inculcarles el amor a la influyente Asociación Nacional del Rifle y al derecho a portar armas a todas horas. Peor aún las de niños soldados de verdad, enrolados en conflictos, o las de niños sicarios, que se utilizan para cometer asesinatos sin consecuencias penales por ser menores de edad, que producen horror.
El premio adecuado para un pequeño que saca buenas notas es llevarlo por ejemplo a un buen parque de atracciones, no a que lo embrutezcan y hagan aflorar lo peor de su condición en un campamento militar o paramilitar.
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