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En el ya lejano 1989, el gran Robert Crumb sacó a Donald Trump en una historieta (en aquel entonces la presencia de Trump en la ... televisión comenzaba a ser asidua, y no precisamente en programas de debate filosófico). El propio Crumb aparecía como personaje y ridiculizaba a Trump acusándolo ante unas atractivas chicas de fantoche machista. Sin embargo, las chicas terminaban subyugadas por lo que consideraban su carisma alucinante, se iban con Donald y dejaban a Robert perplejo y rabiando.
A mi querido amigo Fernando Marías le gustaba decir que Trump era como un malo de 'Batman'. Y sí, así es: un universo plano de cómic popular con personajes que se definen por sus acciones y características de arquetipos, sin apenas vueltas psicológicas. Cuesta poco imaginar a Trump al lado de Danny DeVito en su caracterización del insalubre 'Pingüino' o de Arnold Schwarzenegger como Mr. Freeze o de Uma Thurman como Poison Ivy. Los que rodean a Donald en la 'realidad' son poco menos increíbles. El problema es que esas caricaturas semovientes tendrán cargos y responsabilidades y, por tanto, son tan peligrosas como su asombroso jefe. Por ejemplo, Robert Kennedy júnior, negacionista de las vacunas, ha sido nombrado secretario de Sanidad. En cuanto al siniestro Elon Musk, con su cara de muñeco de goma, que por lo menos a mí me da miedo, el gran muñecote naranja lo pone al frente de un Departamento de Eficiencia Gubernamental que, entre sus objetivos, cuenta con reducir en dos billones el gasto social. Ese tipo asociado a esa idea me hace pensar más en Joseph Goebbels que en Milton Friedman.
Si en mis tiempos de guionista hubiese metido algo así en un guion, me lo habrían echado abajo por simpleza e inverosimilitud. Esa es la espantosa clave: el mundo se ha convertido en un tebeo de trazo grueso y bocadillos de diálogo escueto y primario. ¿Desde cuándo esto es así? No lo sé, supongo que es paulatino y sin tregua, como el avance de la corrosión del óxido. Pero creía que no se iba a llegar tan lejos: dar el poder con holgura a este histriónico patán, a este viejo ridículo que es un criminal convicto que ya mostró su talla ética en el primer mandato y en el asalto al Capitolio.
Pero lo que ha parecido decidir a un gran número de los copiosos votantes de Trump es que no sea mujer y sobre todo la inflación. Han visto a Kamala Harris como una continuadora de la política económica de Joe Biden. Que el tipo al que votas sea un demente que afirma sin pestañear que inmigrantes ilegales se comen a los perros de la gente y que se llega más allá del aborto matando a recién nacidos, eso, resulta baladí.
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