No es por llevar la contraria, sino por sentido estético y a menudo por mero sentido común: uno es que se niega a usar las ... acuñaciones verbales o los palabros que se empeñan en poner de moda los políticos o los medios de comunicación. A uno es que simplemente le parece cursi lo de 'poner en valor' o pedante lo del 'sorpasso' que ciertos tertulianos no se quitaban de la boca hace unos años. Pero, de todas las perversiones léxicas que pugnan por enquistarse en nuestro presente, las más insufribles son las dictadas por una doctrina ideológica, que a menudo sirven para la reafirmación sectaria y para marcar, estigmatizar e identificar como enemigo al que prefiere seguir utilizando aquellas palabras reemplazadas en el sacro nombre de la corrección política.
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Uno es que oye lo de la 'sororidad' y le suena a Soros, a elevación del famoso magnate húngaro-americano a una categoría o instancia metafísicas. Uno es que sencillamente prefiere usar términos como complicidad, confraternidad o solidaridad, que se hallan más cercanos a su repertorio y le resultan menos artificiales y forzados. Otro ejemplo actual es el del término 'migrante' que se ha impuesto sobre el 'emigrante' y el 'inmigrante'. La verdad es que uno no entiende qué pueden tener de ofensivos los prefijos que se refieren al desplazamiento físico de ida o de venida en un sujeto movido por su dramática necesidad de supervivencia, a la que, por otra parte, el vocablo 'migrante' no deja de aludir igualmente. Lo curioso es que el uso del verbo 'migrar' es el que podría resultar vejatorio, aparte de inexacto, pues remitía hasta hace bien poco a las aves migratorias que no solo se desplazan de un lugar a otro, sino que vuelven al primero de esos lugares regularmente, mientras los emigrantes y los inmigrantes se van para no volver o vienen para quedarse si les acompaña la suerte y dan con las oportunidades que buscan lejos de donde nacieron.
No. No es que uno no tenga sensibilidad hacia quienes dejan su tierra para buscarse la vida en otro lugar o hacia la discriminación que puede sufrir la mujer, sino que, además de esas sensibilidades, tiene otras como la del oído, que hace que lo de la sororidad y el migrante simple y llanamente le chirríen. Como le chirrían la 'gobernanza' o la 'sostenibilidad' y solo puede hablar con una sonrisa de la 'resiliencia' o el 'empoderamiento'. No todo es ideología. Las palabras que usamos no solo delatan nuestra tendencia política. También nuestro acervo cultural o nuestra ignorancia, nuestro buen juicio o la carencia de este, nuestra sobriedad o nuestro esnobismo, nuestro sentido del criterio o nuestra docilidad acrítica para mimetizarnos con las modas. Hay gente que no es que tenga unas ideas. Es que se apunta a todo.
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