Quien tenga una hija de entre 30 y 40 años es muy posible que guarde en el traster alguna reliquia de la muñeca que desterró ... al bebé con el que las niñas ensayábamos la maternidad desde tiempos inmemoriales. Barbie fue ideada por Ruth Handler en los años 50. Se inspiró en Bild Lilli, una muñeca sexual alemana basada en una popular prostituta de un cómic para adultos que se vendía en 'sex-shops'. Era inicialmente rubia, estilizada, tenía pecho y estaba decidida a abrir la espita del torrente de la seducción y la cirugía estética. Lo único bueno que tenía es que trabajaba, aunque cuando se echó novio, Ken, un horror de muñeco parecido a los macizos de gimnasio y al que la ropa le quedaba fatal, la cosa empezó a cambiar.
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Con la mosca detrás de la oreja, aceptamos el rosa definitorio de aquella modelo de plástico que poseía apartamento, cuarto de baño, peluquería y coche descapotable. Mattel, la empresa de juguetes americana, debutó en la Feria del juguete de Nueva York con una muñeca con tacones de aguja y un bañador de cebra sin tirantes. Medía 29 centímetros y costaba 3 dólares. Vendió millones. Su recorrido fue espectacular, pero a partir de 1968 fue cuestionada a pesar de que Barbie fuera dentista, veterinaria, ejecutiva... A España llegó, como muchas otras cosas que se retrasaron, en 1978 y su entrada fue recelosa y lenta. En 1980 hubo una Barbie negra, pero ahora las Barbies tienen 35 tonos de piel, las hay de género neutro y hasta en silla de ruedas. Esta semana llega al cine y no sé cuál será el perfil del espectador que vaya, pero les aseguro que el rosa va a inundar los escaparates. El mercado no da puntada sin hilo.
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