Turistas en Venecia. Manuel Silvestri

El turista estival

Venecia, Roma o París son ahora metrópolis a las que se puede ir a expiar pecados

Ya sabemos que el turismo masivo va cobrándose sus diezmos año tras año, devorando la magia de una isla griega, pisoteando la quietud de un ... santuario, profanando las calles de una ciudad medieval u obligándote a mirar la Gioconda tras un cristal y con cinco filas de turistas delante, con una aceptación más que cuestionable. El negocio de este siglo no muere de éxito, sino que asola las dulces costumbres del vivir cotidiano de un pueblo, de ciudades y hasta de un continente.

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Me impactó averiguar que el Himalaya estaba tan transitado que se especulaba con la posibilidad de dar números como hace la pescadería de Mercadona. En los periódicos se veían unas colas multicolores de varios kilómetros de supuestos montañeros, que querían conquistar la cima del mundo y hacerse un selfi con cara de satisfacción mientras el siguiente les apuraba. En Santorini, como si se tratara de una manifestación, las calles se saturaron este mes de julio, hasta paralizar la subida y bajada de visitantes. La isla se colapsó un día y el día siguiente.

En las noticias de la televisión francesa salió hace una semana el Mont St. Michel, una maravilla que aconsejo visitar en febrero bien abrigadita, y lugar de peregrinación donde los monjes escuchaban las gaviotas y el murmullo de las olas, y es hoy un bullicio intransitable que estos días recibe la visita de casi 40.000 personas diarias. Las fotos que mostraba 'Le Monde' eran verdaderamente espeluznantes; colas que trepaban por la roca, la marea llegando, y los visitantes indignados atrapados en su propia voracidad. Ya no hablo de Venecia, Roma, París o mi amada Barcelona… Ahora son metrópolis a las que se puede ir a expiar pecados en el mes de agosto, pues la penitencia es de no creer.

Doce meses tiene el año, y estoy segura de que las empresas estarían encantadas de dar vacaciones en febrero o en noviembre. Doce meses tienen los gestores turísticos para planear la agenda de sus exposiciones, doce meses para llevar la contraria a las riadas de gente que ni mira ni ve, pero sí se hace un vídeo para mostrar al mundo que todos tenemos acceso a ¿qué?... El turismo, en su inicio, tenía la misión de fascinar, dejarte boquiabierto, abrirte a otras culturas, retarte a ti mismo y a tu confort y sobre todo te obligaba a mirar la historia para que entendiéramos esos errores que repetimos con la tozudez primitiva que nos aqueja. Era la economía, las incomodidades del viaje y el temor a no volver siendo el mismo lo que impedía viajar. Se podía ir a una esquina del mundo sin dinero y con tiempo, pero ahora no tenemos tiempo y tenemos dinero, lo que nos autoriza a ser vulgares turistas.

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