No sabemos votar
Apenas doce horas habían pasado cuando el presidente Sánchez salió a la palestra convocándonos para volver a votar nada menos que la fecha donde más ... de la mitad de España estará de vacaciones. El personal, ojiplático, y acostumbrado a las sorpresas de este hombre, hacía cábalas barajando la hipótesis de si la elección era uno de sus aciertos o se había patinado por su fracaso en las urnas. Los hombres y las mujeres del presidente se han paseado por los medios dándonos a entender que los españoles no sabemos votar, ni apreciar los importantes logros conseguidos por el Gobierno de coalición, y que las hordas mediáticas nos habían sorbido el seso. Es la primera vez que mi memoria registra una carencia de humildad y una falta de autocrítica de este calibre.
Pero el asunto es ciertamente interesante. Sánchez no se parece a nadie, si acaso, al que se refleja cuando se mira al espejo. Yo comparto, en alguna medida, que los logros de este Gobierno han quedado velados por los destellos del propio Sánchez y por el brillo de las espadas, siempre en alto, de los centuriones de su Ejecutivo de coalición. Quizás, las amenazas, el lenguaje barriobajero o la prepotencia hacen que a veces olvides ciertas cosas. No podemos seguir con el vocabulario de etarras y fachas. Estos tiempos, tan fríos en apariencia, están empapados en emociones. A mí las sorpresas me resultan cuando menos interesantes, y este país, que a veces los políticos olvidan que existe, un día, el que ellos eligen, pone su voluntad, también su hartazgo, su castigo, su único privilegio, su confianza, su militancia, su decepción en las urnas, y aquí paz y después gloria.
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