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A toda prisa, antes de que Trump se instale en la Casa Blanca, se firman acuerdos, se conceden permisos y se blindan leyes. Israel alcanzó ... un acuerdo el miércoles aunque el jueves hubo 60 muertos en Gaza y el viernes ya se estaba sacando punta al bolígrafo. Mientras escribo no sé en qué andarán esos negociadores que estuvieron mirando para Cuenca mientras morían por bombas, frío, hambre o abandono, dicen que unas cincuenta mil personas. Francamente la frivolidad con la que asumimos las barbaridades me parece escandaloso, y en la siguiente línea me justificaré diciendo que esto es lo que hay. La gripe me somete a una tontera lenta y primitiva.
La televisión (Yo si la veo) me oferta unos programas que no se adaptan a mi horario laboral, pero son un guante para los invernales virus. Únicamente la apago con rabia, musitando improperios, y olvidando la fiebre, cuando en un programa prime time aparece la exministra Irene Montero como colaboradora repartiendo mítines y llamando nazis y fascistas a todo lo que se mueve. Sabía que había pocas posibilidades de que se le disolviera el ceño enfadado a Madame, aún estando a cuerpo de rey en el coladero del Parlamento Europeo, pero no.
Sigue enrocada en hacernos saber que todos estamos equivocados menos ella y que pisoteando las opiniones de sus adversarios con la vena hinchada, tiene derecho a aplicar la tortura de su locomotora verbal destilando veneno. Al verla, entiendo lo cerca que están los salva patrias de las dictaduras y lo mucho que se parecen. Las televisiones no debieran de incluir en su programación a estos personajes, habiendo en este país pensadores que malviven en algún rincón.
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