

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Me comí integra la retransmisión de los fastos presidenciales del país más determinante para mi vida y me propongo retransmitirles a ustedes mi periférica visión ... del espectáculo. Él caminaba como dicen que cabalgó el Cid Campeador cuando, ya muerto, se paseó para envalentonar a sus huestes. Su cuerpo grande enfundado en un abrigo azul marcaba con marcialidad y determinación sus gestos triunfadores, poniendo morritos y con un excesivo maquillaje color zanahoria. Su pelo, construido por algún arquitecto de la peluquería americana, a quien no arriendo la ganancia, tenía una volatilidad rubia, un oleaje de reinventado tupé, apuntalado con vaya usted a saber qué laca 'rompeatmósferas' que me mantuvo boquiabierta en los primeros planos que me devolvía la emisión.
Entonces la vi a ella, a Melania, cuyo inconsciente me complace tanto. Fría e inexpresiva, se había vestido con elegancia, e iba tocada con un sombrero precioso, apoyado en un moño bajo y con un ala suficiente como para evitar los arrumacos de su esposo mantecoso. La mirada se me imantó a su tocado, una fusión de gondolero veneciano y Tío Pepe que ocultaba sus ojos y sus intenciones. Era evidente que no le interesaba nada el protocolario evento. Había construido a su alrededor un territorio inexpugnable al que nadie osaba entrar y que medía exactamente el diámetro de su elegante sombrero. Melania no falla, ya lo he dicho en varias ocasiones, ella está ahí, como una efigie resentida por una decisión que tomó y que acepta sin encubrir del todo. Me reitero en mi opinión, Melania tiene un asco al actual presidente de Estados Unidos que ni quiere ni puede disimular. En eso nos parecemos.
De esa diabólica alianza ha nacido ese muchacho inquietante que ha heredado las hechuras de su madre y la perplejidad del sitio que el destino le ha dado. Él también se esconde. Está ahí, pero parece que acude a los fastos sin terminar de descongelar, como si necesitara un par de minutos de microondas. Y ese chiquillo, con sus músculos faciales atrofiados, me tiene loca. No paso a las entretelas, a las perlas que destiló Trump en su discurso y en aquella firma corroborándolo. Tampoco entro en su cuadrilla de elegidos. No entro porque me sobrepasa, me asusta y divide mi obligado respeto por esos setenta millones de americanos que le votaron.
Tenemos cuatro años para apretar el culo, para ser cautos, para intentar no pensar en quienes ocupan los asientos de este teatro. Que sepan ustedes que 'de perdidos al río' ('from lost to the river') y que 'siempre que llueve, escampa' ('always it rain, it clair'). Suerte al 'espanglish'.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.