Hay gente que por diversos motivos lo guarda todo. Quizás lleven dentro un reciclador infinito, puede que tengan temor de que se evaporen los recuerdos ... y necesitan los objetos para reavivarlos, o que alberguen la certeza de que todo vuelve. Estos últimos tienen razón: este insaciable consumo revive los objetos que hemos desechado. El tocadiscos estéreo, los vinilos, las botas de cuando éramos hippies, las cámaras analógicas con su carrete y su objetivo o la Polaroid a la que no le dimos uso porque las cargas eran carísimas y las fotos se desvanecían.
Publicidad
Todo vuelve, menos las redentoras revoluciones. Eso pensé cuando escuché que las fábricas de colchones francesas están haciendo el agosto en este caluroso otoño. En la televisión gala anuncian ofertas golosas de productos de descanso porque, según la agencia sanitaria francesa, uno de cada diez hogares está infectado de chinches. Con solo pronunciar la palabra vienen los escalofríos. Podemos intentar luchar con algo visible, pero con ellas o ellos (no sé el género) es casi imposible. Las abuelas hablaban de las chinches en femenino. Decían que a fulanito le comían las chinches, haciendo alusión a la falta de higiene o a la precariedad en la que alguien vivía.
La razón de esta proliferación de insidiosos insectos hay que buscarla en los calores y en que el cambio climático nos trae estos regalitos difíciles de exterminar. En algunas pensiones y hostales hay chinches. Te lo cuentan estas generaciones que recorren el mundo 'low cost'. Han debido de ser los turistas, los miles que visitan la ciudad del amor, quienes las han traído; y luego, ya se sabe, ellas solitas montadas en el Eurostar camino de Londres, o en las sandalias de nuestros visitantes hacia Barcelona, han cruzado los Pirineos y piensan dormir en nuestros colchones.
En París se lo han tomado en serio y la Alcaldía ha pedido ayuda a Macron para que las medidas lleguen antes de que se coman a los invitados a los Juegos Olímpicos de 2024. Aquí, aunque exista el sabio refrán de que cuando veas las barbas de tu vecino pelar, pon las tuyas a remojar, no parece que estemos asustados. Las chinches apestosas se han aposentado en Cruces, no pican pero su olor es espantoso. Evitar que estos insectos profanen mi refugio y mi sueño es complicado. Mucha limpieza, revisar el equipaje y las maletas tras un viaje y confiar en algun dios protector que no quiera chuparnos la sangre. Lo de viajar se está poniendo verdaderamente complicado. Con esto, a ver quién es el guapo que duerme en un apartamento o piso turístico sin pensar en las chinches.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión