El diario 'The Washington Post' hizo un seguimiento pormenorizado de las fake news o mentiras deliberadas que Donald Trump lanzó a las redes sociales durante ... los cuatro años de su mandato. Las tienen todas y son más de 30.000. Treinta mil. Una media de veinte diarias. Una marca difícil de superar, supongo. Es decir, espero. «¿Es usted político o lo de mentir le viene de familia?», le pregunta la rubia descarada de 'Tomates verdes fritos' a un tipo que se le acerca con oscuras intenciones. Lo que plantea una pregunta insidiosa: ser político y no mentir ¿es posible ontológicamente? En fin, que cada cual se conteste a sí mismo.
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«Qué bien miento», le comentó con orgullo hace poco Bárcenas a Pedro J. Ramírez (según Pedro J. Ramírez, claro) refiriéndose a algunas de sus declaraciones ante la Justicia. Mentir a un juez es delito si eres un testigo o formas parte de la acusación, pero el encausado, el inculpado, puede mentir para intentar salvarse, ¿quién no lo haría? «Los papeles de Bárcenas son absolutamente falsos, jamás cobré sobresueldos en B», dijo Rajoy en 2017. «El PP nunca ha sido un partido corrupto, no existe ninguna caja B», dijo Aznar en 2018 ante la comisión de investigación del Congreso. Nadie ignora que, según una reciente sentencia de la Audiencia Nacional ratificada por el Tribunal Supremo, el PP fue condenado por su (cito literalmente) «auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional a través de mecanismos de manipulación de la contratación pública central, autonómica y local». De donde se deduce que un partido político puede convertirse en una máquina de mentir y, en consecuencia, corromper a todo el que se le acerque.
«No creo que Federico Trillo contara mentiras», dijo Pablo Casado en referencia a la tragedia del 'Yak-42'. Y a propósito de esto, viene de perlas una cita del interesante escritor austriaco Arthur Schnitzler, que dice: «Para pertenecer a un partido hace falta una cierta ingenuidad: cuando una persona razonable se empeña en defender hasta sus últimas consecuencias la postura de su partido, siempre da la impresión de que está mintiendo o se ha hecho un lío». Pongamos que Casado se hiciera un lío. Sin embargo, el otro día afirmó que ese PP ya no existe y que su partido no habla con delincuentes. Y muchos no pudimos evitar levantar la ceja irónica y decir: ¿Perdona? ¿Seguro? A Casado le urge no tener nada que ver con el PP de Rajoy, claro, pero fue Rajoy el que le puso ahí y Aznar el que le aupó, creo. En fin, esto es como 'El día de la marmota'. O mejor, como el genial microrrelato aquel de Monterroso que decía: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí».
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