Diciembre
Lo bueno de los malos tiempos es que estimulan la moral de resistencia
Diciembre ya está aquí. Con sus días breves, su ropa de abrigo y sus bombillas encendidas en las calles. Año tras año, la llegada de ... diciembre nos recuerda la velocidad de crucero de la vida. Lo mayores que se han hecho los hijos y todo eso. Pero este año llega aún más cansado que otros. Y con una tristeza extra con la que habrá que contar.
A mí, personalmente, diciembre me gusta y no, siempre lo digo. Y ambas cosas con la misma intensidad, me temo. Desde luego, es un mes que no pasa desapercibido. Noviembre puede pasar desapercibido, pero diciembre es el mes de la familia y eso es ineludible. La Navidad está ahí y lo absorbe todo. Una época del año tan engorrosa como supuestamente entrañable, por decirlo sin estridencias. Pero pretender restarle importancia es ingenuo. Todos hemos querido alguna vez librarnos de las navidades e intentar esquivarlas de algún modo. Irnos a otro sitio, lejos de la familia, lejos de la ciudad. Pero no suele ser fácil eludirlas: las navidades están en todas partes.
Además este año las posibilidades de huída se reducen prácticamente a cero. No hay modo de escapar. Y los epidemiólogos saben, como lo sabe cualquiera con dos dedos de frente que piense un poco, que la celebración de las navidades al estilo de siempre va a facilitar de un modo colosal la propagación del virus. Es el caldo de cultivo ideal. Sin embargo, también sabemos que un importante porcentaje de la gente va a querer celebrarlas, a pesar de todo. Y lo van a hacer. Algunos de ellos, incluso, con cierto afán de venganza por todos estos meses de restricciones. Nuestro comportamiento no siempre es racional y lo sabemos. Somos criaturas emocionales y a menudo nos jactamos de ello.
En definitiva, los expertos ya dan por hecho que como consecuencia de las cenas, celebraciones y compras de las navidades habrá tercera ola en enero y febrero. Es lógico que los políticos que ostentan el poder intenten adoptar las mejores medidas y mandar a la ciudadanía mensajes correctos. Y también es lógico que los políticos de la oposición intenten buscar los fallos de esas medidas y contradecir los mensajes de sus adversarios. Así que cada cual escucha a quien quiere, ¿no es siempre igual? De todas formas, yo creo (quiero creer) que apelar a la responsabilidad de las personas, funciona. No con todos, claro. Pero sí con la mayoría. Por lo demás, supongo que la sensación de que el mundo va por mal camino es algo que se acrecienta con la edad. Así que, en el fondo, siempre se trata de resistir. Esa debe de ser, en todo caso, la parte buena de los malos tiempos: que activan y estimulan la moral de resistencia.
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