Cierre de elecciones y fábricas
Elecciones volverán cuando acabe la emergencia sanitaria que ha cambiado radicalmente nuestras vidas. No se pueden hacer elecciones con ciudadanos confinados en sus casas. Nadie ... va a protestar. Todos estamos colaborando para que cuando vuelva a haber elecciones, que las habrá, los más frágiles y los mayores de nuestra sociedad puedan estar para vivirlo y contarlo. Todas las medidas radicales que hemos aceptado rápidamente en una ejemplar demostración de civismo durante un fin de semana soleado, sabemos que están encaminadas a que no colapse el sistema sanitario y para impedir que el contagio llegue a los que no tienen defensas para resistir.
Las restricciones para ir a trabajar no han sido tan estrictas. El lunes, la misma ciudadanía que había permanecido encerrada en sus casas por solidaridad, los mismos vecinos que habían aplaudido a la sanidad pública y al resto de los trabajadores que cuidan de que no nos falte nada básico, se sorprendieron atrapados en espacios que representaban una amenaza para su seguridad. Los que necesitan el transporte público a la hora donde se concentra el inicio de la jornada laboral de la mayoría viajaron a sus puestos de trabajo rodeados de otros como ellos sin ninguna distancia de seguridad.
Peor empezó el lunes para los que trabajan en fábricas del sector pesado. Estos trabajadores tenían claro que sus condiciones de trabajo chocaban frontalmente con las nuevas normas excepcionales que rigen nuestras vidas para cuidar la salud. Tanto Mercedes en Vitoria, como CAF en Beasain e Irún, no eran partidarias de cerrar sus plantas para proteger la salud de casi diez mil trabajadores. Esos trabajadores eran los mismos que habían sido ciudadanos ejemplares el fin de semana aceptando estar confinados responsablemente en sus casas por el bien de la sociedad. Es lógico y humano que el lunes por la mañana decidieran no entrar en sus puestos de trabajo y parar la producción. Las claves que utilizábamos antes del coronavirus para interpretar las relaciones laborales ya no nos valen. Las instituciones van a tener que hacer un importante esfuerzo para proteger a trabajadores y a empresas. Va a costar adaptarnos, pero tenemos que seguir supeditando todo a la salud para salir juntos de esta crisis desconocida.
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