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Ciencia ficción

Mi generación no fue nada intuitiva respecto a lo que estaba por venir a los veinte años

Jueves, 15 de agosto 2019, 23:57

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A menudo hablo con la televisión; le advierto, me envalentono y me permito propinarle un par de íntimos improperios. A mi madre le pillé haciendo ... lo mismo con la máquina de coser y con su amiga la aspiradora. Era y es una manera de evitar dar la chapa a alguien o acumular ácidos en el estómago, mientras permaneces activa en ese lugar seguro que es el hogar. La tecnología de andar por casa ha ido dando paso a avances espectaculares; mi horno nuevo es capaz de detectar el tamaño del pollo y dejarlo en su punto casi sin que yo intervenga, por no hablar del conocido robot que cocina como Bocusse. Aunque mi vida profesional sea la de una funambulista entre la realidad y la ficción, más allá de Julio Verne con sus pulpos gigantes y sus escafandras, la ciencia ficción me ha producido siempre una sutil prevención. Las aventuras literarias de señales en mundos presentidos, galaxias robotizadas y naves vigilantes me daban pereza por lejanas e imposibles. Confieso que ignoré deliberadamente las posibilidades de mutación que tenía el escalofriante 'Parque Jurásico' y que lo único que me tentó un poquito fue 'La máquina del tiempo' y desde luego los ordenadores. Mi generación, nada intuitiva respecto a lo que estaba por venir a los veinte años, pensaba que el futuro de la humanidad se construiría sobre los derechos humanos y no sobre hologramas, chips, clonación de genes y digitalidad sexual.

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