Catálogo de toses
Furgón de cola ·
El otoño lo llenará todo de hojas y de una pregunta: ¿coronavirus o trancazo?No teniendo mayores problemas de salud, lo tradicional llegado el otoño era ocuparse del propio estado físico con la delicadeza de Gengis Khan. Me refiero ... a definir como «trancazo» cualquier enfermedad de origen viral que cursase tos, estornudos o dolor de cabeza. Y a sobrellevar el malestar con una mezcla característica de disparate y estoicismo: asaltando al azar el botiquín, echando siestas en el sofá o en el trabajo y siguiendo con la vida normal, incluidos besos, abrazos, cubiertos compartidos y discursos vehementes en la cara del prójimo.
Podríamos decir que, no teniendo mayores problemas de salud, los trancazos otoñales eran tradicionalmente un asunto que manejábamos sin problema por nuestros propios medios. Un amigo defiende desde hace años que el uso tópico de botellines de cerveza de cierta marca nacional consigue un milagroso y combinado efecto analgésico, antihistamínico, descongestionante y antipirético, siempre, eso sí, que no se consuman, los botellines, en un número inferior a ocho. Y no seré yo quien cuestione la autoridad clínica de mi amigo, por más que el hombre sea economista. ¿Acaso el doctor Fleming no dio con la penicilina por pura casualidad?
Este año, sin embargo, nada será igual. Se acabó la ligereza. Tenemos un invitado problemático en el repertorio de enfermedades infecciosas virales. ¿Y cómo sabremos que la tos y el dolor de garganta se deben al trancazo y no al coronavirus? Por ahora, la respuesta se nos concreta en unos cuadros en los que se detallan los síntomas del coronavirus, la gripe y el resfriado. Son unos cuadros muy claros. Estudiándolos con detenimiento, uno suele concluir que tiene las tres enfermedades a la vez. Si profundizas un poco con la búsqueda en Internet, lo que descubres es que además tienes escorbuto y eres hipermétrope. Todo eso encontrándote perfectamente. No quiero ni pensar lo que puede ser recurrir a esos cuadros entre la fiebre y los temblores.
Va a ser extraño. En lugar de a la melancolía, el otoño invita al ensimismamiento y el autodiagnóstico. Toca atender al sonido de la propia tos, calibrar cada matiz como si fuese nuestro pecho un estradivarius. Y peritar las pérdidas de olfato. Hay que empezar a fiscalizarse la fiebre, la flojera, la fatiga.
Villarejo
Lodo con hielos
Qué decepción, los espías. Nunca imaginé a Smiley llegando al Circus como si viniese del Museo del Jamón, llamando «tronquete» a todo el mundo. Sin embargo, ahí está Villarejo. Tiene la vida nacional en las manos, justo entre el anillo de sello y el vaso con hielos. Desde su caída en desgracia, los escándalos brotan sin descanso y lo hacen desde un limo escandaloso. Se vuelve así imposible el consuelo de la corrupción puntual. ¿Cómo pudo tolerarse todo eso tantos años? Llegan ya los escándalos en oleadas imposibles de seguir. ¿Quién tiene ahora un rollo con Putin? ¿'El Barbas'? ¿'El emérito'? ¿Garzón? Luego todo se maneja con el rigor habitual: Villarejo es una fuente fiable cuando involucra a mis rivales. Y una emanación de las cloacas cuando me involucra a mí. Se dijo que el excomisario, en la cárcel, estudia Políticas. Ojalá esté intentando extorsionar a Rousseau por lo de sus hijos. Poniéndole micrófonos a John Stuart Mill.
Trump-Biden
El árbitro
Salcedo Ramos, el gran cronista colombiano, escribió la historia de un árbitro de fútbol, el 'Chato' Velásquez, que antes de colegiado fue boxeador y a lo largo de su carrera noqueó al menos a cinco futbolistas que protestaban demasiado. Velásquez, lástima, murió en 2017. Habría moderado muy bien el debate inicial entre Trump y Biden. A falta de boxeadores, el trabajo es para Chris Wallace, un respetado periodista de Fox que se parece a Pedro Erquicia. Trump lo marcó hace meses: «Me gusta, pero está controlado por la extrema izquierda».
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