'Botellón borroka'

Furgón de cola ·

Los líos a la hora de la fiesta y el toque de queda se transforman en líos de liberación nacional

Hace unos días vimos las primeras imágenes reales y detalladísimas del virus del SARS-CoV-2 que han sido obtenidas por la Universidad Técnica de ... Viena. Y, bueno, menuda fantasía. No se puede dejar de mirar… a eso. Mientras te preguntas pero cómo diablos. Y te obligas a recordar que eso, tan hipnótico, es peligroso. Sucede lo mismo con lo segundo más fascinante que nos ofrece la pandemia: los negacionistas. El sábado se manifestaron en Madrid. Gritaban, entre otras cosas: «Es mentira, la UCI está vacía». Justo cuando la sanidad madrileña suspende operaciones y tiene ocupadas más de la mitad de las camas de cuidados intensivos.

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Lo mejor del negacionismo está sin embargo en su naturaleza. Si al comienzo el movimiento parecía tener que ver con partidarios del curandero Pàmies, ahora es ya un revoltijo en el que el neonazi marcha junto al devoto del acroyoga y el antisistema se codea con el reaccionario 'comme il faut', que sabe porque lo dicen en YouTube que nos enfrentamos al golpe de estado comunista. Todo muy loco, pero nada inofensivo. El negacionismo contiene algo que en términos políticos es valioso: descontento que capitalizar. Y como te descuides -sucedió en agosto en Berlín- los antivacunas tienen de pronto el pelo corto y están intentando asaltar el Reichstag.

Cómo no situar en esos términos el modo en que, tras los incidentes de la semana pasada en la Parte Vieja de San Sebastián, la izquierda abertzale intenta trasladar trifulcas aparentemente relacionadas con la fiesta y el toque de queda a un escenario de «nuestros barrios» ocupados y jóvenes «criminalizados». Las imágenes son puro tiempo viejo y repugnante: esa gente gritándole a la Ertzaintza «¡perros!» desde los balcones. ¿Justo? ¿Injusto? Chi lo sa! Es el relato, amigo. La izquierda abertzale, eso sí, siempre ha sabido detectar y controlar cualquier clase de iniciativa o energía circundante que pudiese hacerle sombra o serle útil. Y el descontento y el cansancio ya se notan. Y a quién no le gusta no llevar mascarilla, tomar copas y estar con los amigos hasta tarde. El sábado hubo lío en un botellón en Santurtzi. En otro claro intento de criminalizar a la juventud vasca, la Ertzaintza detuvo a un varón de 44 años y a otro de 34. Dos 'youtubers', como quien dice.

Vacunas

Lo impopular

Al final ha sido el alcalde de Madrid el primero en decirlo. A Martínez-Almeida le parece lógico que el Gobierno se vacune «cuanto antes». Y que el JEMAD ya lo hubiese hecho. La idea tiene lógica y debería extenderse, por ejemplo, a los presidentes autonómicos. O a los consejeros de Sanidad. Y, si hace falta quitarle la vacuna al ministro de Universidades, para vacunar con ella al director de algún hospital, lo podemos estudiar. El argumento puede expresarse de otro modo: del mismo modo que hay que vacunar cuanto antes a quienes trabajan en primera línea, hay que vacunar a quienes planifican, dotan, garantizan, evalúan y sostienen las líneas. Otra cosa es que esas vacunas deban ponerse con transparencia y tranquilidad y no con secreto y temor a una opinión pública cada vez más fanatizada. El desastre demagógico, como se ve, es circular: la política teniendo miedo a defender lo razonable, a poco que sea impopular.

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EE UU

Kamalamanía

En el país en el que Obama fue presidente y Hillary Clinton no le sucedió por una broma naranja de la historia, Kamala Harris es, en términos de diversidad y feminismo, una pionera relativa. Lo raro es que en Europa, después de Thatcher o Merkel, y con Von der Leyen a los mandos, nos maravillemos de que haya una vicepresidenta. Pero si casi han pasado veinte años desde que María Teresa Fernández de la Vega lo fue en España. Luego llegó Elena Salgado. Y Soraya Sáenz de Santamaría. Puestos a sacar pósters de Kamala, podríamos sacar pecho.

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