La imagen de Donald Trump blandiendo una Biblia frente a la iglesia de San Juan de la comunidad episcopaliana es un episodio más de la ... escenografía obscena a la que se han abonado no pocos líderes políticos para lanzar el mensaje de que Dios está de su parte en sus particulares doctrinas de ley y orden. El inquilino pirómano de la Casa Blanca reincidió al día siguiente con una visita al santuario nacional de San Juan Pablo II en Washington en plena crisis por el homicidio del ciudadano negro George Floyd, sin una mención de cercanía a la víctima de la brutalidad policial. Las oraciones y los golpes de pecho casan muy poco con la estrategia de intimidar y silenciar con gases lacrimógenos a los manifestantes que protestan contra un racismo rampante e indecente que Trump legitima y bendice.
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Por desgracia, no es el único mandatario que recurre al uso político de los símbolos religiosos. Lo vimos en Italia con el histrionismo populista de un Salvini que exhibe un rosario entre su manos mientras exige mano dura contra migrantes y refugiados y predica intolerables violaciones de la dignidad humana. Lo vemos en el Brasil de un Bolsonaro que se bautiza en el río Jordán, pero manipula las creencias para llegar al poder y se erige en defensor de unos valores morales que suponen un retroceso vergonzoso y peligroso del pensamiento libre.
Trump invoca la bendición divina pero amenaza con desplegar a las tropas para sofocar la ira de miles de norteamericanos para ganarse el aplauso (y los votos) de una derecha religiosa que difunde el patriotismo excluyente para avanzar en su agenda moral y política. Más le valdría aplicar los verdaderos preceptos del Evangelio en favor de la igualdad, la justicia y la misericordia, en lugar de traficar con las creencias como un trilero espiritual que utiliza la religión como un truco político. Del 'Dios bendiga América' habrá que pasar al 'Dios proteja América'. Que la proteja de Trump.
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