Alarma y munición
Furgón de cola ·
El lehendakari advierte de la extrema gravedad de la situación mientras llega la vacuna de ModernaCreo que me gustaría padecer fatiga pandémica. Pero el cansancio es una sensación rotunda y clara, comprensible. O sea, que esto mío va a ser ... solo desconcierto. Justificado, creo. Por ejemplo: el lunes la comisión técnica del Consejo Asesor del LABI informó de que la situación de la epidemia en Euskadi era preocupante, pero no ofrecía «signos de alarma extraordinaria». Al día siguiente, el lehendakari informó por Facebook, y a las nueve y media de la noche, de que la situación en Euskadi era «de extrema gravedad». Imagino que el ciudadano atento a las indicaciones gubernamentales quiso sacar conclusiones y encontró raro vivir una situación de extrema gravedad sin signos de alarma extraordinaria.
Daban ganas de llamar a Lehendakaritza y pedir que te pasasen con alguien que pudiese explicártelo despacio: «Mire, lo que yo me pregunto es si no debería alarmarnos extraordinariamente el hecho de atravesar una situación de extrema gravedad. Por otro lado, si la gravedad pasase de extrema a inenarrable, ¿el lehendakari nos avisaría ya de madrugada y por TikTok?».
Ayer, un día después de la extrema gravedad a la hora de la cena, el Gobierno vasco ya no dijo nada a la espera de que se reúna el LABI, pero no hoy, sino mañana, como estaba por otra parte previsto desde hace días. Y puede que las decisiones esperen al lunes.
Conste que yo no digo que los datos de la epidemia no sean malísimos. Solo digo que a la tercera debería ir la vencida y los gobernantes, que se enfrentan sin duda a un problema endiablado y cambiante, deberían centrarse en actuar y abandonar esa especie de pasión por modelar la longitud de onda anímica del ciudadano.
Entre otras cosas, porque la población responsable, una gran mayoría, ya está definida y los de las 'raves' y el metro de Vitoria son inmunes a la concienciación. Actuar significa frenar la tercera ola y poner vacunas. La buena noticia es que entra en juego la vacuna de Moderna, que no requiere refrigeración especial para su manejo. Más munición. Pues hay que dispararla, toda, y eso no tiene ya que ver con la comunicación política o las difusas apelaciones colectivas. Eso tiene que ver con la gestión concreta, cuantificable y manifiesta. Y no parece ir bien.
EE UU
Llamar al golpe
Donald Trump siempre puede pisotear el sistema un poco más. Y ayer batió su récord. Poco antes de que comenzase en el Capitolio la sesión en la que el vicepresidente Mike Pence debía certificar los resultados de las elecciones de noviembre para que el Congreso reconociese la victoria de Joe Biden, el presidente del país decía frente a una multitud junto a la Casa Blanca que eran las elecciones «más corruptas de la Historia» y que él sería el ganador si su vicepresidente no hacía caso «a los idiotas a los que está escuchando». Resulta curioso cómo pasa por otro desvarío de un presidente grotesco lo que se parece realmente a un llamamiento al golpe de Estado. Mike Pence se puso finalmente del lado de la Constitución y reconoció que él solo podía ratificar la victoria de Biden. Fue el penúltimo clavo en el ataúd de Trump. Y el comienzo de otro argumento para la conspiración eterna: Pence, el traidor expiatorio.
Pascua militar
Feng shui
Ayer seguí la Pascua militar. Si Echenique aprieta un poco más, igual comienzo a ir a misa y me hago notario. Mi impresión inicial fue que no ha habido en España un presidente al que le caiga el chaqué tan bien como a Sánchez. Por lo demás, el Rey hizo un discurso institucional y la ministra de Defensa uno más pegado a la actualidad. Frente a los generales, Robles fue contundente con los espadones siniestros del 'WhatsApp'. Mandó firmes. Fue una victoria del feng shui democrático: todo el mundo estuvo en su lugar. No debería ser tan raro.
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