Al abrigo de las letras
La equidistancia no es un columpio en el que se pueda vivir de forma eterna, y Javier Cercas lo ha escrito
El martes 15 de octubre, en Barcelona, esa ciudad tan preciosa que opta al dudoso honor de ser llamada la ciudad sin ley, se fallaba ... el premio literario más importante de habla hispana; el Planeta. Por fin los astros luminosos de otros años se quedaron en las pantallas, o en las listas de los más vendidos, y dos escritores que arriesgan en el esfuerzo de encontrar el adjetivo exacto se subían a la tarima sonrientes; podrán seguir escribiendo con lucidez, sin sufrir en el cogote el aliento de la precariedad. Javier Cercas, el ganador, debió de sentir muchas emociones esa noche. Quizás no llegaran los ruidos de los helicópteros hasta la cena que la editorial ofrecía en el Museu Nacional d'Art de Catalunya, pero nadie ignoraba en aquella sala lo que flotaba en el aire, menos aún el ganador que en repetidas ocasiones, y en su faceta de articulista, ha contado desde el alma cómo siente la quiebra impuesta de la sacrosanta nacionalidad. Creo que fue en el mes de mayo, o quizás junio, cuando publicó un artículo que título 'Traición', y en el que con su pluma diestra explicaba lo que sintió al reconocer que la pena no tenía remedio; si no estás a favor, estás en contra, como en la mafia, y no hay suelo donde poner los pies, sin que traiciones a cualquiera que se autoproclame propietario.
No es difícil arriesgar novedades literarias que aborden emocionalmente las heridas abiertas que tiene este país. A Fernando Aramburu y a su 'Patria' le reciben hoy las autoridades alemanas de las ciudades en las que antes fue un anónimo profesor, pero el previo dolor a su publicación solo es y será suyo. Los daños sociales que nos infringen los políticos cuando, incapaces, se presentan a las elecciones creyendo que todo el monte es orégano, resultan imposibles de valorar. La equidistancia no es un columpio en el que se puede vivir eternamente, y desgraciadamente para nosotros estamos en campaña electoral.
Hay zonas de este país invertebrado que mantienen un silencio comprensible y cauto ante lo que está pasando en Cataluña, otras gritan lo primero que le viene a la boca, escupiendo ignorancia, y pidiendo medidas que no servirán. Pero todos, en las cuatro esquinas de este pequeño país del planeta tierra, sabemos que está sucediendo algo tremendo en los hogares que escoltan la batalla campal de las calles barcelonesas. Hay que seguir escribiendo, levantando acta de lo que se siente cuando en el telediario miras las ventanas iluminadas de los hogares de esa ciudad, e imaginas que, a la hora de cenar, no cabe en el estómago ni un puñetero gazpacho. Me dicen los que quiero y que viven allí que esto pasará, que los turistas no se irán, que todo tiene remedio menos la muerte. También lo creo, pero no menciono la cantidad de pomada que tendrán que aplicarse en las cicatrices que dejará esta batalla.
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