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CÉSAR COCA
Sábado, 18 de noviembre 2017
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Mariano Estaban de Vega es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Salamanca y ocupa el puesto de vicerrector para el 800 aniversario desde su creación, hace dos años. Suya ha sido la responsabilidad de coordinar todos los actos tanto académicos como culturales, artísticos e incluso políticos que componen un intenso programa de celebraciones. En esta entrevista concedida a Territorios habla del futuro de la Universidad, su papel en la cultura y los retos que al respecto deberá asumir.
– La Universidad está ya celebrando el 800 aniversario por su fundación en 1218 pero en el curso 1953-4 también estuvo de celebración por el séptimo centenario. ¿Cómo se explica eso?
– Lo que se conmemoró ese año, con Antonio Tovar como rector, fue el séptimo centenario de algo así como los primeros estatutos de la Universidad. Había en ese momento un intento de apertura, con Ruiz Giménez como ministro de Educación y Laín Entralgo de rector en Madrid.
– ¿Qué supuso aquello para la Universidad?
– Fue muy importante. La Universidad nombró Doctor Honoris Causa a Franco y eso sin duda abrió algunas posibilidades, como la recuperación de los fondos bibliográficos acumulados por los colegios mayores durante siglos, muy relevantes porque eran esas instituciones las que más dinero tenían para adquirirlos. Durante la Guerra de la Independencia fueron expoliados y luego, al recuperarlos, se depositaron en la Biblioteca del Palacio Real. Gracias a esa devolución, nuestra biblioteca será la cuarta o quinta de España por la riqueza de sus fondos.
– ¿Hubo más beneficios?
– Sí. La ley Moyano, de 1857, había dado la exclusiva de los títulos de Doctorado a la Universidad Central de Madrid, y la de Salamanca fue la primera en recuperar esa potestad gracias a las gestiones de Tovar.
– ¿Fue la culminación de un proceso de recuperación del valor de la Universidad de Salamanca tras la etapa negra en el s. XIX?
– En el XIX estuvo a punto de desaparecer. Quedaron solo unas pocas facultades con muy pocos alumnos. Perdió al mismo tiempo la protección papal y la del Estado y con la independencia de los países iberoamericanos dejaron de llegar estudiantes de aquel continente. A partir de esa situación crítica, la Universidad empezó a recrear su propio pasado, lo que incluía subrayar sus vínculos con América Latina.
– ¿Y eso cómo se hizo?
– Pues se subrayó mucho que Colón negoció aquí su viaje de 1492, que las élites americanas mejor formadas pasaron por estas aulas y que la Universidad de Salamanca ha estado presente en los grandes momentos de la nación. Ahora, en los estatutos está fijado como objetivo mantener y reforzar esa relación con América Latina.
– ¿Cuándo comenzó la recuperación?
– Con Esperabé como rector –lo fue durante 31 años, hasta 1900–, ya se consiguió algo, pero la figura fundamental fue Unamuno. Fue él quien le dio ese componente de universalidad que ahora tiene. Estuvo aquí en total alrededor de 45 años, y fuera o no rector, toda la Universidad giró en torno a su figura.
– ¿Cómo se explica una identificación tan profunda entre una ciudad y una universidad? Porque pasa en muy pocas ciudades: Oxford, Cambridge, Bolonia, Salamanca y pocas más...
– En el caso de Salamanca ya sucedía en el s. XVI. En el ‘Lazarillo’ se puede contemplar esa identificación. Quizá en otras ciudades hay otros elementos que compiten con la Universidad... En nuestro caso, la Universidad ha transformado el tejido urbano. En el entorno de la catedral, todos los edificios son de la Universidad o conventos que se levantaron vinculados a la misma. En algunas etapas, la Universidad llegó a ocupar casi la mitad del casco histórico, incluida una parte de la plaza Mayor.
– ¿Qué papel puede asumir una universidad con 800 años de antigüedad en la cultura en tiempos venideros habida cuenta del peso de las nuevas tecnologías y el mundo virtual, que descentraliza mucho la actividad?
– Si hemos vivido 800 años con grandes épocas y otras malas, ha sido por la capacidad para adaptarse en cada momento a los tiempos que iban llegando. Hay que tratar de combinarlo todo: el mundo real y el virtual. Lo que no podemos ser, de ninguna manera, es una universidad cualquiera. Tenemos unas señas de identidad claras, una gran tradición, un enorme peso en la Historia, una condición americana.
Primera gramática
– ¿Y eso para qué sirve en tiempos como estos?
– Para seguir siendo importantes. Somos la Universidad de la primera gramática del castellano, la de la difusión de esta lengua en América, pioneros desde 1929 en los cursos de lengua y cultura española, tenemos un campus de excelencia basado en el español, franquiciamos escuelas de español en Francia, Estados Unidos, Brasil, Egipto y en nuestro propio país.
– ¿Todo gira, en cuanto a proyección internacional y de futuro, en torno a la lengua?
– Competimos por ser la universidad del español, pero no podemos ser solo eso. Somos los titulares junto al Instituto Cervantes, Telefónica, la Nacional Autónoma de México y la de Buenos Aires, que se ha incorporado más recientemente, de Siele, que es un proyecto de Estado, un servicio de evaluación de la lengua.
– Todo eso es la lengua.
– También tenemos un muy buen nivel en las titulaciones sociosanitarias y en otras áreas. Hay datos que revelan nuestro prestigio: en los postgrados de Derecho, la mayor parte de los alumnos son extranjeros y en el conjunto de la Universidad, más de un tercio. Y somos la universidad española con más porcentaje de estudiantes de fuera de nuestro distrito.
– ¿Cuándo concluirán los actos del 800 aniversario?
– Ha habido un programa muy intenso, que seguirá hasta el 31 de diciembre de 2018. Ese día, por la mañana, habrá un acto final y a continuación se hará el homenaje anual a Unamuno. Con eso se cerrarán las celebraciones.
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