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Karl-Otto Apel, en una imagen de sus últimos años.
Karl-Otto Apel y la ética del discurso
LECTURAS

Karl-Otto Apel y la ética del discurso

El filósofo alemán plantea el consenso como forma de resolver problemas, aunque no pueda ser universal porque algunas soluciones implican a generaciones futuras

DANIEL REBOREDO

Sábado, 9 de septiembre 2017

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Muchos analistas, intelectuales y filósofos han contemplado el horizonte de la época que les ha tocado vivir y han intentado identificar algunos elementos que permitieran prever las tendencias principales del mañana. ¿Se puede prever el futuro? ¿Se puede mejorar desde la filosofía y el pensamiento crítico? ¿Es posible plantearlo con criterios deterministas, como si existiera una relación automática entre causa y efecto? ¿Es posible cincelar el mañana desde el concepto, el juicio y la reflexión? Nadie lo sabe, pero sí sabemos que se encuentra en las propuestas de los pensadores contemporáneos, en el proceso globalizador y sus escenarios, en los avances científicos de la sociedad actual, en figuras como el filósofo alemán Karl-Otto Apel, fallecido el 15 de mayo pasado y uno de los pensadores más influyentes desde la muerte de Theodor Adorno, y en la innata curiosidad humana por su entorno y el cosmos en el que se engloba.

El mañana siempre es un libro en blanco y en él el ser humano puede escribir lo mejor o lo peor de su trayectoria. Es una realidad incontestable que en nuestros tiempos de naufragios a diario, nuestra humanización, y con ella la de nuestras sociedades y culturas, tiene su clave más importante en la acogida que brindemos a quienes vagan como espíritus errantes fuera de toda patria política, intelectual o filosófica. La situación actual del mundo ofrece una cantidad insospechada de tópicos sobre los que reflexionar. La sociedad mundial necesita con urgencia parar un instante, mirar alrededor y percatarse de aquello que ha construido paulatinamente y que configura su realidad. El panorama que contemplará representa tanto un testimonio fiel de lo que la creatividad y la ciencia humana son capaces de construir como la revelación de lo que el hombre es capaz de hacer en detrimento de sí mismo. Un mundo rodeado de éxito, ciencia y tecnología. Un mundo que ha sido tecnificado, que tiene los méritos para sustentar una vida que se vive deprisa, en el que los efectos del llamado progreso se extienden polarizadamente en todo el orbe, pero los efectos y la irradiación de la injusticia, la pobreza, los criterios poco tolerantes, los atentados contra la soberanía de naciones e individuos, la propagación de enfermedades propias del mundo actual y la destrucción del planeta común se propagan sin discriminación alguna.

La expansión global de la ciencia moderna y la tecnología han generado problemas morales de alcance planetario y de ahí que necesitemos, tal y como señalaba Apel, una ética superior de la que hay que plantear sus postulados más importantes y en la que identifiquemos caminos estratégicos y retos para formular o reformular una perspectiva que sea capaz de ser significativa para el mundo contemporáneo, sustentable desde el punto de vista teórico y realizable en la práctica. Estaríamos hablando de la ética del discurso o filosofía de la comunicación de la que Apel, junto con Jurgen Habermas, fueron creadores y que pretendía reformular la teoría moral de Immanuel Kant.

Combinó Filosofía y Teoría social para desarrollar una visión crítica de la sociedad actual

Propuestas

Y es ahora cuando se hace imprescindible recordar la trayectoria de Karl-Otto Apel, uno de los filósofos más destacados de la filosofía alemana contemporánea, desde su nacimiento en Düsseldorf, su doctorado en Filosofía con una tesis sobre Martin Heidegger, sus clases en las universidades alemanas de Maguncia, Kiel y Saarbrücken, su cátedra en Fráncfort, su protagonismo en la denominada Escuela de Fráncfort que inspirándose en Karl Marx, Max Weber y Sigmund Freud combinó Filosofía y Teoría social para desarrollar una visión crítica de la sociedad contemporánea, su estructuración de la ‘razón práctica’ y su defensa de que solo el mejor argumento debe conducir al desarrollo de las normas universales vigentes, su especialización en lenguaje y comunicación y su ingente y profunda producción literaria y filosófica (‘Sobre el problema de una fundamentación racional de la ética en la edad de la ciencia’, 1963; ‘La transformación de la filosofía’, 1973; ‘El problema de la fundamentación filosófica última a la luz de una pragmática transcendental del lenguaje’, 1976; ‘Verdad y comunicación’, 1992; ‘El desafío de la crítica total de la razón’, 1994; ‘Teoría de la verdad y ética del discurso’, 1995; etc.).

La situación del mundo ofrece una enorme cantidad de tópicos sobre los que pensar

Los principales aspectos de su pensamiento, estimulantes para la reflexión, engloban desde un proyecto transformador de la Filosofía hasta la constitución de una ética no relativista, pasando por una teoría de los diversos tipos de racionalidad, una teoría consensual de la verdad como alternativa a las concepciones clásicas y una defensa de la racionalidad. De ellos emana una ética que simboliza la posibilidad real que toda comunidad tiene de llegar a la existencia ética, bajo la forma de una ética del discurso que a su vez se muestra como una ética de la esperanza, de la aplicación y de la transformación de la realidad. No es una ética subjetivista, de la buena intención, de la convicción, sino de una ética de la responsabilidad, una ética que no busca el establecimiento dogmático de valores absolutos ni se resigna a vivir en el aislamiento comunitario, una ética que busca condiciones de aplicación del principio de universalización y exige transformar las condiciones de la comunidad real.

Recordemos que la ética presupone la comunidad, ya que no vivimos en un mundo en el que los problemas puedan ser resueltos por el diálogo. En general, la solución se produce a través de la violencia o la negociación y el filósofo alemán propone, frente a esta situación, el diálogo y el consenso, aunque el consenso universal no sea posible al implicar algunas soluciones a generaciones futuras. De ahí que la opción sea, siguiendo a Weber, la de calcular los efectos probables en la mejora de la situación de la humanidad con el «objetivo de llegar a una comunidad ideal de comunicación a la que sabemos que nunca llegaremos». Nunca llegaremos a ella, pero el camino se hará más confortable y menos injusto.

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